
Otra manera que tiene la misná de otorgarle poder a los rabinos es otorgándoles la potestad de producir cambios en la liturgia anual cuando la situación lo requiere. Por ejemplo, leemos sobre el Día del Perdón: Antiguamente todo aquel que deseaba retirar las cenizas del altar podía hacerlo. Cuando eran muchos, corrían, subían la rampa (del altar) y todo el que adelantaba a su compañero cuatro codos, adquiría el derecho (de retirar las cenizas). Si llegaban dos al mismo tiempo, el inspector decía: Alzad el dedo [para hacer el recuento]. ¿Cuántos alzaban? Uno o dos, pero en el Templo no se alzaba jamás el pulgar (2,1). Se cuenta que una vez quedaron dos iguales al correr y subir la rampa, y uno de ellos empujó al compañero, que cayó y se rompió una pierna. Cuando el tribunal se apercibió del peligro a que estaban expuestos, dispuso que la limpieza del altar [de las cenizas] se hiciera por suertes. Se echaban allí a cuatro (servicios) a suertes y ésta era la primera parte (2,2). Otro ejemplo similar en la misná lo encontramos en la Sukkah 4,4 sobre la Fiesta de los Tabernáculos: El precepto de la palma, ¿cómo (se cumple)? Si el primer día de la fiesta caía en sábado, llevaban sus palmas al monte del Templo; los servidores (del Templo) las recogían y las colocaban ordenadas en el pórtico. Los ancianos, en cambio, las colocaban en una cámara. Se les enseñaba a decir: “Quien quiera que coja mi palma en sus manos, quede para él como regalo”. Por la mañana venían temprano y los servidores (del templo) se las arrojaban delante de sus pies. Entonces trataba cada cual de arrebatarla y se golpeaban mutuamente. Cuando el tribunal apercibió el peligro a que se exponían dispuso que cada cual cogiese (la palma) en su propia casa. Para más detalles: Naftali S. Cohn, The Memory of the Temple and the Making of the Rabbis, p. 41-55.