En Lc encontramos un dicho de Jesús que explica en qué consiste el amor de Dios siguiendo un argumento desde el menos al más, en este caso desde la generosidad imperfecta del hombre a la perfección divina. Esta forma de argumentar es muy propia del judaísmo. Jesús dice: Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. O suponed que a uno de vosotros que es padre, su hijo le pide pan; ¿acaso le dará una piedra? O si le pide un pescado; ¿acaso le dará una serpiente en lugar del pescado? O si le pide un huevo; ¿acaso le dará un escorpión? Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lc 11, 10-13). Este mismo tipo de argumento leemos en Salmos de Salomón 5,13-14: La generosidad de una persona siempre se expresa con reticencia, y si tal persona puede volver a ser generoso mañana, puedes maravillarte él. Tú don, Señor, sin embargo, abunda en generosidad y riqueza, y la persona que espera en ti no quedará frugal en regalos. Esta manera tan judía de argumentar encuentra su correlato, bastante pesimista, en Santiago, el hermano del Señor: ¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre vosotros? ¿No vienen de vuestras pasiones que combaten en vuestros miembros?Codiciáis y no tenéis, por eso cometéis homicidio. Sois envidiosos y no podéis obtener, por eso combatís y hacéis guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís con malos propósitos, para gastarlo en vuestros placeres (Stgo 4,1-3).
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