
Otro caso es el de los que preguntaban qué es lo que nutre al alma, pues, como dice Moisés, "no sabían qué era". (Ex. XVI, 15.) Se instruyeron y hallaron que era la palabra de Dios, el Divino lógos, del que manan inagotables toda instrucción y toda sabiduría. Este es el celestial alimento, y así se hace patente en las sagradas escrituras cuando la causa en
persona manifiesta: "He aquí que Yo hago llover sobre vosotros panes desde el cielo." (Ex.
XVI, 4.) 138. Es que, realmente, Dios vierte gota a gota desde lo alto la etérea sabiduría en las inteligencias bien dotadas y amantes de la contemplación. Estas, por su parte, ven, gustan y experimentan gran placer adquiriendo conocimientos sobre lo que perciben, pero ignoran la causa que produce la percepción. Por eso preguntan: "¿Qué es esto" (Ex. XVI, 5) 'de naturaleza más dulce que la miel y más blanca que la nieve? Y el evidente les enseñará que "este es el pan que el Señor les había dado para que comiesen". (Ex. XIV, 15.) 139. ¿Cuál, díme, pues, es este pan? "Es", dice él, "esta palabra 60 que el Señor ha ordenado". (Ex. XVI, 16.) Esta Divina prescripción llena al alma capaz de ver de claridad y dulzura a la vez, encendiendo el resplandor de la verdad y dulcificando con la dulce virtud que es la persuasión a los que tienen sed y hambre de nobleza de carácter. 60 Ver Interpretación alegórica III,, 173, donde Filón, alterando el sentido del texto citado,
identifica el maná con la palabra de Dios y, por ende, con Su lógos.