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Channel: Tomás García Huidobro sj
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Alianza, la Tora y la Tierra, textos rabínicos

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Consideremos los siguientes fragmentos de Misná kelim 1,6; B. Ketubot 111a; B. Bava Batra 158b; GnR 16,4; LvR 13,2; Melkita de Rabi Ismael Pisha 1: La tierra de Israel es la más santa entre todas las tierras porque la tierra de Israel está bajo la directa providencia de Dios y los ojos de tu Dios están siempre en ella (Dt. 11,12). Ta como el Señor tu Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los señores (Dt 10,17), así la tierra de Israel es el centro de toda tierra habitada y de la herencia de Dios. Al mismo tiempo es el lugar central por el estudio de la Tora y la ascensión de las oraciones, como está dicho, es la puerta del cielo (Gn 28,17). En contraste, toda otra tierra es obscura, como está dicho, Él me ha hecho habitar en un lugar obscuro (Lam 3,6). ¡Que pena por los hijos que han sido exiliados de la mesa de su Padre!...Dios había considerado a todas las naciones y ninguno había aceptado la Tora excepto Israel. Entonces Dios había considerado a todas las generaciones y no había encontrado ninguna generación que mereciera recibir la Tora, excepto aquella generación del desierto. Y es que la tierra de Israel no es como Egipto, que se riega por el río Nilo como un Jardín. La tierra de Israel es una tierra de montes y valles que de manera exclusiva absorben el rocío que desciende de los cielos. La vida proviene de Dios.  Desde esta perspectiva la tierra es más que un lugar, es un espacio sagrado. Se dice que cualquiera que desee ser un verdadero judío, sólo lo puede alcanzar a través de la santidad de la tierra de Israel. En el Talmud se dice que cualquiera que camina algunos pasos en la tierra de Israel ya tiene asegurado un lugar en el mundo venidero (B. Ketubot 111 a).

Consideremos ahora otros textos, zohar 1,69 a; 1,108b; 2,6b; 2,18a; 2, 46b; 2,175a, 2,232b; midras Tanhuma, Mas´ei 6, Re´eh 8; Midrás Tehillim 150, 1; Sefer Hasidim 1160. En el tiempo de la creación, Dios decretó que las 70 naciones que descendían de Adán estuviesen a cargo de 70 ángeles guardianes, cada nación debía ser gobernada por su propio ángel. El destino de cada nación particular dependería del estatus de su ángel guardián. Cuando el ángel prosperase, lo mismo haría su nación. Cuando fracase, lo mismo su nación. Como está escrito, Yavé va a castigar a los ángeles en el cielo, y a los reyes de la tierra en la tierra (Is 24,21). Había, sin embargo, una tierra que no había sido confiada a ningún ángel. La tierra de Israel es el centro de la tierra habitada, por eso Dios no puso a ningún ángel, ni oficiales, ni soberanos sobre ella. Dios la guardó para sí mismo diciendo, "Estoy guardando esta tierra sobre mi propio dominio, y cuando encuentre a un hombre sobre la tierra que siga a mi corazón, lo pondré como sello sobre mi corazón y lo colocaré en esta tierra. El será guiado directamente por mi autoridad, sin ningún intermediario entre los ministros celestiales, no como las otras naciones". Entonces Dios dijo, "Que sea Israel mi porción, que herede la tierra y llegue a ser mi porción". 

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