La tierra de Israel, como tierra prometida o utopía, se entiende en el trasfondo del Edén. El Edén es el lugar, la condición de perfección de Dios que santifica el séptimo día de la creación, y que se actualiza sólo en la tierra de Israel. En Lv 25,1-8 leemos: "Cuando entréis a la tierra que yo os daré, la tierra guardará reposo para el SEÑOR. Seis años sembrarás la tierra, seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos, pero el séptimo año la tierra tendrá completo descanso, un reposo para el SEÑOR; no sembrarás tu campo ni podarás tu viña. Lo que nazca espontáneamente después de tu cosecha no lo segarás, y las uvas de los sarmientos de tu viñedo no recogerás; la tierra tendrá un año de reposo. Y el fruto del reposo de la tierra os servirá de alimento: a ti, a tus siervos, a tus siervas, a tu jornalero y al extranjero, a los que residen contigo. También a tu ganado y a los animales que están en tu tierra todas sus cosechas les servirán de alimento. Lo que se está diciendo es que después de seis años desde la creación, la tierra le pertenece al Sábado, tanto como el hombre. Un correlato a esta ordenanza lo encontramos en Dt. 15,1-3: Al cabo de cada siete años harás remisión de deudas. Así se hará la remisión: todo acreedor hará remisión de lo que haya prestado a su prójimo; no lo exigirá de su prójimo ni de su hermano, porque se ha proclamado la remisión del SEÑOR. De un extranjero lo puedes exigir, mas tu mano perdonará cualquier cosa tuya que tu hermano tenga. Durante el año sabático, entonces, Israel renuncia a la "propiedad" sobre la tierra de Israel reconociendo que Dios es el verdadero propietario. Tal como un hombre no puede utilizar una tierra que no le pertenece, en el año sabático, el campesino renuncia a la tierra que trabaja. En otras palabras, el año sabático recobra un tiempo perfecto, el tiempo en el Edén cuando la creación descansaba. Antes de la desobediencia el hombre no tenía que trabajar la tierra, sólo cogía los frutos de los árboles a su antojo. La naturaleza de las cosas pertenecen a todos, la posesión privada como respuesta al trabajo humano no existía simplemente porque el hombre no tenía que trabajar. El año sabático tiene sentido sólo cuando el pueblo de Israel toma posesión de la tierra prometida, que es el acontecimiento paralelo al comienzo de la creación en el Edén. Leamos Lv 19,23-25: Cuando entréis en la tierra y plantéis toda clase de árboles frutales, tendréis por prohibido su fruto. Por tres años os será prohibido; no se comerá. Pero en el cuarto año todo su fruto os será santo, una ofrenda de alabanza al SEÑOR. Mas en el quinto año comeréis de su fruto, para que os aumente su rendimiento; yo soy el SEÑOR vuestro Dios. En el Sifra CCII, I,1 se especifica que esta norma rige en la tierra de Israel. La Ley en estos casos se define y se aplica sólo en la tierra de Israel. En Sifra CCII, I.2 surge la pregunta sobre si se excluye lo que los gentiles plantaron antes de que los israelitas entraran en la tierraa. La respuesta, toda clase de árboles. ¿Y qué pasa con los árboles que han crecido sólos, sin la asistencia de los israelitas? Las cuestiones se multiplican: si el israelita planta un árbol sin la intención que produzca fruto, ese árbol está exento de estas reglas. Si el árbol crece independiente de la asistencia humana, estas reglas no se aplican. Como siempre en los debates rabínicos es la realidad la que impone el debate y la interpretación de la halaka, pero lo que está de fondo en estas polemicas es el hecho que la entrada de Israel a la tierra prometida marca la restauración del Edén. Esto explica el por qué se prohibe en Lv 19,23-25 el comer los frutos de los árboles durante los tres primeros años, y es que estos árboles fueron creados en el tercer año de la creación. Israel está reproduciendo la suerte de Adán, y está llamado, con ayuda de la Ley, a revertir la primera desobediencia. De allí que al cuarto año Israel debe mostrar arrepentimiento y llevar los frutos con alegría delante del Señor en Jerusalén. Y es que acordemonos que Adán cuando comió del fruto, se escondióde Dios, exactamente lo contrario que quiere hacer Israel: ir delante de Dios , con alegría y delante de todos, sin vergüenza. En general podemos decir que sólo en Israel, que sucede al Edén, el israelita puede suceder a Adán y regenerar la historia con ayuda de la Torá. Para más detalles: Jacob Neusner, The Theology of the Halakhah 3-34.
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