En el tiempo de Jesús era común el ungir con perfume la cabeza de un invitado en tu casa. En Lc 7,46 vemos como Jesús contrasta la unción que le hace una mujer y la falta de cortesía del dueño de casa: Tú no me ungiste la cabeza con perfume; ella me ha ungido los pies con mirra. Esta falta de cortesía de parte del dueño de casa se explica en este evangelio por una actitud moral errónea de su parte en el sentido de sentirse justo ante Dios, un motivo típicamente lucano. Sin embargo, esta falta del rabino se puede explicar por el hecho que algunos rabinos estaban en contra de esta práctica. Esto es lo que se trasluce de un texto que se puede retrotraer a antes del año 70: La escuela de Shammai dice: Él sostiene la copa de vine en su mano derecha y el aceite perfumando en la izquierda. Él bendice el vino y luego bendice el aceite. Pero la escuela de Hillel dice: Él sostiene el aceite perfumando en su mano derecha y la copa de vino en la izquierda. Él bendice el aceite y lo derrama sobre la cabeza del huésped. Si el huésped era un discípulo de los Sabios, entonces lo limpiará restregándolo contra la pared porque no es adecuado para un discípulo de los Sabios ir por allí perfumado (t.Ber. 5.29).
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