En el relato de Adán y Eva, Dios les advierte que de comer del árbol del conocimiento, ambos morirán. Sin embargo, una vez cometida la transgresión ninguno de los dos muere…muy por el contrario Adán vivirá 930 años. ¿Cómo entender este aparente sin sentido? Hay dos elementos a estudiar, uno, el concepto de muerte; el otro, la idea que Adán y Eva previos al pecado iban desnudos y sin vergüenza (2,25), pero luego, serían vestidos de piel por el Señor (3,21). Habiendo estudiado el primer elemento, veamos el segundo, el cual,de nuevo, guarda un paralelo entre el Jardín del Edén y el Templo de Jerusalén. Sabemos que de acuerdo a los salmos solo aquellos que tengan limpias sus manos y puros sus corazones (24,3-4) pueden subir al templo. Esto es una manera general para hablar de la purificación del hombre que se acerca a la santidad de Dios. Recordemos que es lo mismo que se exigió al pueblo de Israel cerca del monte Sinaí (Ex 19,14). Este estado de pureza tiene correlación con los vestidos que de los sacerdotes que se confeccionan de manera distinta de acuerdo al grado de santidad o aproximación al santo de los santos. Así, el sacerdote común vestía vestidos que le permitían servir en las habitaciones exteriores del tabernáculo; cuando el sacerdote servía en el tabernáculo vestían cuatro piezas especiales (Ex 28); el sumo sacerdote vestía vestidos magníficos que le permitían entrar en las habitaciones interiores; y luego, una vez al año, vestidos especiales para entrar en el santo de los santos (Lv 16). Y lo mismo que decimos de la pureza y de los vestidos en la medida que nos acercamos a grados de mayor santidad en el templo, lo podemos predicar de Adán en el Jardín del Edén. En el Edén, Adán y Eva fueron vestidos como sacerdotes en el momento de la creación, pero una vez que pecaron, les fueron reemplazados los vestidos originales por vestidos de carne. Muchos rabinos entendieron estos vestidos de carne textualmente, al modo como nosotros somos, dejando abierta la pregunta, ¿en qué consistían los vestidos que perdieron? Algunos señalaban que se trataban de vestidos de luz(Genesis Rabbah 20,12), lo que significa que a Adán brillaba en el paraíso. Algo parecido a los israelitas cuando recibieron la Torah, quienes, de acuerdo a fuentes rabínicas portaban esplendidas coronas que les fueron arrebatadas después de adorar al becerro de oro. O pensemos en fuentes samaritanas que reconocen que Moisés, cuando recibió la Torah, fue vestido con la imagen que Adán perdió en el Jardín del Edén (Memar Marqah 5,4). Y es que si Adán fue creado a semejanza de Dios, entonces sus primeros vestidos tenían que ver con los descritos en el Salmo 104, 1-2: te has vestido de esplendor y de majestad, cubriéndote de luz como con un manto. Este esplendor divino, sin embargo, se pierde con el pecado. Toda esta dinámica es resumida por el Salmo 82,6-7: Vosotros sois dioses, y todos sois hijos del Altísimo. Sin embargo, como hombres moriréis, y caeréis como uno de los príncipes. O como dirá Gregorio de Naziansus, en un mismo momento [Adán y Eva] fueron expulsados del árbol de la vida y…vestidos de carne” (Oration 38,12). Ahora bien, esta fatalidad no es la última palabra…la vida litúrgica de la Iglesia, ya desde los primeros años, entendió que con Jesús, el segundo Adán, esta suerte se revertía definitivamente: Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo os habéis revestido (Gal 3, 27). Y la misma resurrección se entiende como el vestirse de inmortalidad (1Cor 15,53). Para más detalles: Gary Anderson, The Genesis of Perfection, p.117-134.
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