En un contexto de polémica los fariseos acusan a Jesús: Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen sus oraciones, y lo mismo hacen los discípulos de los fariseos; en cambio los tuyos comen y beben (Lc 5,33). ¿Qué significa esta acusación? Veamos el contexto: el calendario litúrgico judío reconocía un número específico de días donde la nación entera podía ayunar. El caso más representativo es el del Yom Kippur. Ademas del ayuno, el judaísmo en torno al templo contemplaba una rica variedad de oraciones. Ahora bien, a la vista del versículo mencionado pareciera como si los fariseos y los seguidores de Juan hayan instituido oraciones nuevas y más posibilidades de ayunar a las conocidas tradicionalmente. Es como si las formas tradicionales de oración y ayuno no fuesen suficientes para estos dos grupos. Esto no nos sorprende en un grupo vigoroso y de gran arrastre en esos tiempos como los fariseos. La respuesta de Jesús es sorprendente por su conservadurismo: “Nadie corta un trozo de un vestido nuevo para remendar uno viejo. Porque sería arruinar el nuevo, y el trozo nuevo no quedará bien con el vestido viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues el vino nuevo reventaría los odres, se derramaría y los odres se echarían a perder. El vino nuevo se ha de echar en odres nuevos. Nadie que ha bebido el vino viejo quiere vino nuevo; porque dice: el añejo es mejor” (Lc 5,36-39). En esta respuesta se estaría reconociendo que la situación espiritual del pueblo no es la mejor, pero no por ello las nuevas prácticas fariseas o de los discípulos de Juan van a arreglar la situación. De hecho, a lo que Jesús está apelando es a revivir las antiguas tradiciones de Israel: nadie que ha bebido el vino viejo quiere vino nuevo, porque dice: el añejo es mejor. Esto nos recuerda un dicho rabínico que encontramos en Soferim 15,6: Uno no siente el gusto del vino nuevo, sólo cuando éste envejece en las tinajas, llega a ser realmente bueno. Lo mismo podemos decir sobre las palabras de la Tora, cuando van creciendo y haciéndose viejas en el cuerpo, se convierten en algo mucho mejor.
La respuesta de Jesús, de acuerdo a la tradición lucana, incluye un dicho profético sobre sus sufrimientos: ¿Pueden los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que el novio les será quitado, y aquel día ayunarán (Lc 5, 34-35). Jesús se reconoce como el novio de la boda, un momento de supremo gozo en el pensamiento y costumbre judía. Este gozo, sin embargo, es momentáneo, sólo se prolongará hasta que el novio sea quitado (aparthe), haciendo mención al siervo sufriente de Is 53,8: Sin arresto, sin proceso, lo quitaron de en medio. La misión de Jesús se entiende, entonces, como un momento de gran gozo y renovación: nuevos odres se están preparando para el mejor vino, el viejo, las tradiciones (oraciones y ayunos) judías de toda la vida. Las nuevas tradiciones de los fariseos no tendrán lugar. Ya llegará el momento en que el novio sea quitado…y también será parte de su misión. Brad H. Young, Jesus the Jewish Theologian, p.155-162