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¿Puede el Hijo de Dios ser al mismo tiempo Hijo del Hombre?

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El Evangelio de Marcos inicia con las siguientes palabras: “Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías. [Hijo de Dios]”. En este texto, y siguiendo una larga tradición judía, hay dos títulos puestos en paralelo, el del mesías y el Hijo de Dios. En esto no hay ninguna novedad. Ambos términos se corresponden. El término “mesías” significa “ungido” y hace referencia a los reyes de Israel. En 1Sm 10,1 leemos como el profeta Samuel unge como rey a Saúl: tomó el frasco de aceite, lo derramó sobre la cabeza de Saúl y lo besó, diciendo: ¡El Señor te unge como jefe de su herencia! Saúl se convierte, entonces, en rey y representante de Israel delante de Dios. Textos similares en relación a David es 1Sm 16,3; respecto a Salomón, 1Rey 1,34; respecto a Jehu, 1Rey 19,16; respecto a Joash, 2Re 11,12; respecto a Jehoahaz, 2Re23,30. Significativo es el siguiente texto que relaciona el título “mesías” con “hijo de Dios”: ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos planean en vano?...Yo mismo he ungido a mi rey en Sión, mi monte santo. 7 Voy a proclamar el decreto del Señor: Él me ha dicho: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy (Salm 2,2.6-7). En ese sentido es también notable el Salm 110 donde además se le dota de características sumos sacerdotales al mesías o rey de Israel. El problema, por así decirlo, se presenta cuando a partir del exilio a Babilonia se pierde la línea sucesoria davídica, y ya después del retorno se vivirá bajo el dominio de reyes extranjeros. Entonces la figura del mesías va adoptando otros tonos. En algunas corrientes va adquiriendo una identidad celestial, cuasi angelical…un ser que será enviado por Dios para derrotar a los enemigos e inaugurar el reino de Dios (con el juicio final y la resurrección de los muertos de por medio). En medio de estas corrientes es desde donde se escribe el evangelio de Marcos.

Hasta aquí “mesías” e “Hijo de Dios”… todo dentro de un judaísmo bien definido. Donde sí existe un aspecto novedoso es en Mc 14, 62, en el contexto del juicio ante el sumo sacerdote, cuando se le pregunta a Jesús “¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?”, y éste contesta: Yo soy. Verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y llegando entre las nubes del cielo. Aquí al tradicional  entendimiento del mesías como el Hijo de Dios (o Hijo del Bendito) del Sal 2,2.6-7 o el Sal 110, se agrega la mención de la enigmática figura humana-celestial del Hijo del Hombre de Dn 7. ¿Significa esto que para algunos judíos del tiempo de Jesús el mesías se identificaba con el Hijo del Hombre? Pues sí, significa exactamente esto. Y el Evangelio de Marcos no es el único testigo de esta creencia. 

En el apócrifo judío de carácter apocalíptico 4Esdras encontramos al héroe sufriendo intensamente por la destrucción de Jerusalén y el templo por parte de Babilonia (el motivo literario para hablar de los mismos acontecimientos pero en el año 70 con la guerra contra los romanos). A través de siete visiones se plantean una serie de problemas teológicos de una manera abierta y honesta. La sexta visión (13,1-58) está abiertamente inspirada en Dn 7, el visionario contempla a una figura como de Hombre saliendo del corazón del mar. Y vi como volaba ese mismo Hombre sobre las nubes del cielo y hacia donde se dirigía su mirada, temblaban todas las cosas que estaban bajo su vista (13,2-3). Tal como interpretará el ángel Uriel el Hombre de la visión es el que conserva el Altísimo durante largo tiempo[ ¿el mesías oculto?], el que liberará a su criatura por sí mismo y dispondrá a los que han quedado como resto (13,27). Este Hombre inspirado en Dn7 no es otro que el Hijo o el Mesías: Y sucederá que, cuando se realicen estas cosas y ocurran los signos que antes te mostré, entonces será revelado mi hijo, a quien viste en la figura del hombre que subía (13, 32). Entonces se congregará una muchedumbre de hombres innumerables de los cuatro vientos de la tierra, para luchar contra el Hombre que había salido del mar (13,5). Ahora bien, éste los vencerá fácilmente con el poder de su palabra puesto que hizo salir de su boca como una ola de fuego y un espíritu de llama de sus labios…y los incendió a todos de manera que nada se viese de la muchedumbre innumerable (13,9-11//Is 11,4). Tras esta batalla escatológica el Hombre bajará del monte y llamará hacia sí a otra muchedumbre pacífica (13,12).  Como sea, lo que es interesante es constatar que cuando hablamos de la primera cristología no conviene estudiar separadamente los títulos que se le aplicaban a Cristo. Más bien hay que imaginar un conjunto de títulos (Mesías, Hijo de Dios, Hijo del Hombre, Logos, Adán) que hacen referencia a un ser de carácter humano-celestial, mediador al modo de un rey-sacerdote angelical, entre el pueblo y Dios. 

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