La de Jesús es una interpretación radical de la Ley Judía. Para ayudarnos a entender su posición con respecto al adulterio (“quien mira a una mujer deseándola ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” Mt 5, 28) tenemos que echar mano a un texto apócrifo de origen judío pero con interpolaciones cristianas conocido como el El testamento de Rubén. Su autor pseudográfico es Rubén, el hijo de Jacob, quien mantuvo relaciones sexuales con Bala, la concubina de su padre (Gn 35,22). La obra se centra en el peligro que significan las relaciones extramaritales que aparta de Dios y acerca a los ídolos, engaña continuamente la mente y el juicio, y precipita a los jóvenes en el Hades antes de tiempo (4, 6). Al igual que Jesús, el autor de este escrito piensa que el origen del adulterio se encuentra en los pensamientos y fantasías primeras. Efectivamente, si Ruben no hubiese visto a Bala bañándoseen un lugar apartado, no habría caído en tan gran impiedad. Tal como lo reconoce Rubén, desde que mi mente concibió la desnudez femenina, no me permitió conciliar el sueño hasta que cometí la abominación (3,11-12). Esta la cometió cuando encontró a la mujer desnuda durmiendo, aparentemente bebida, de tal manera que ésta no se enteró. Sin embargo, el ángel del Señor comunicó lo sucedido de inmediato a Jacob, quien no sólo se lamentó por Rubén, sino que se abstuvo en el futuro de tener relaciones con Bala (3,15). El hijo, por su parte, estuvo enfermo de muerte durante 6 meses, después de lo cual hizo penitencia durante 7 años (1,7-8). Rubén advierte que Beliar ha dispuesto siete espíritus contra el hombre (2, 2), a los que se mezcla la juventud (2,2) y el error (3,2). El primero de ellos es el espíritu de la fornicación que tiene su asiento en la naturaleza y los sentidos (3, 3). El segundo, es el aspecto femenino del mismo espíritu, esto es el espíritu de la insaciabilidad, en el vientre (3,4). La visión del autor de esta obra no es muy positiva respecto a lasmujeres y a la sexualidad. Perversas son las mujeres, hijos míos, como no tienen poder o fuerza sobre el hombre, lo engañan con el artificio de su belleza (5,1)…con los adornos lo extravían comenzando por sus mentes. Con la mirada siembran el veneno y luego lo esclavizan con la acción (5,3). Lo importante es constatar que el pecado, para el autor de este tratado, como para Jesús, nace a partir de una idea. Para fundamentar el punto, el autor del TestRub alude al mito enóquico de los vigilantes, de este modo sedujeron a los Vigilantes antes del diluvio. Como las estaban viendo tan continuamente, se encendieron en deseos por ellas y concibieron el acto ya en sus mentes. Me metamorfosearon en hombre y se aparecieron a ellas cuando estaban con sus maridos. Las mujeres sintieron interiormente atracción hacia tales imágenes y engendraron gigantes (5,6-7). Por lo tanto, siempre atentos al curso de los pensamientos, parece advertirnos este autor. El modelo sería otro hijo de Jacob, José, quien halló gracia ante el Señor y los hombres porque se guardó de las mujeres y mantuvo limpia su mente de toda fornicación. Aunque la egipcia lo intentó muchas veces con él, convocó a los magos y le ofreció filtros de amor, su buen juicio no admitió ningún mal deseo (4, 8-9).
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