En el relato del primer pecado en el Gn existe un malentendido de cuidado entre el primer mandamiento recibido directamente por Adán de Dios (De todo árbol del huerto podrás comer pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás [Gn 2, 16-17]) y el mandamiento que Eva trasmite a la serpiente cuando es tentada ("No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis” (Gn 3,3). ¿Cómo explicar este mal entendido respecto al primer mandamiento dado por Dios a los hombres? Las tradiciones posteriores trataron de resolver el problema siguiendo dos caminos. El primero, diciendo que Adán alteró el mandamiento que había escuchado de Dios cuando se lo transmitió a Eva. Por ejemplo, en un texto conocido como Los Padres según Rabbi Nathan 1, se nos dice que Adán agregó el ni lo tacaréis de tal modo de cuidar a Eva frente a cualquiera posibilidad de desobediencia. Adán extremó el mandamiento de Dios para cuidar a Eva. Sin embargo, este cuidado excesivo de Adán llegaría a ser una negligencia fatal porque cuando la serpiente tienta a Eva le dice que si toca el árbol nada le pasará…y efectivamente, nada le pasa, mal que mal, este no era el mandamiento original de Dios. Si el tocar el árbol no resultó en la muerte, tal como había predicho Adán, entonces el comer del fruto tampoco lo sería, pensó Eva, y es que todo lo que mi maestro me advirtió en el principio era falso. Al final Rabbi Yose concluye, mejor quedarse frente a la valla a la mano, que frente a una más fuerte pero que ha sido rota.
Ahora bien, la segunda manera de explicar esta desavenencia entre el mandato recibido por Adán y el transmitido por éste a Eva tiene que ver con la traducción del hebreo al griego de los LXX. Donde el Hebreo lee un “tu” [masc. sing. dirigido a Adán], el griego lee un “vosotros” [masc.fem. plural dirigido a Adán y Eva]. Esto quiere decir que el primer mandamiento fue transmitido a Adán y Eva juntos. Esta explicación requiere necesariamente el modificar el orden del relato bíblico. Mal que mal, en el texto original, cuando Adán recibe el mandamiento (Gn 2, 16-17), Eva todavía no había sido creada. En todo caso en la antigüedad no era problemático el entender el significado de un texto cambiando su estructura u orden. Así, de acuerdo a esta interpretación, lo que sucedió en verdad fue que Dios creo a Eva de Adán (Gn 2, 20-23), luego de lo cual les ordena no comer del fruto ni acercarse al árbol del conocimiento (Gn 2, 16-18). Esta salida fue la preferida de los interpretes cristianos, no sólo porque estos ocupaban más la traducción de los LXX, sino también porque esta interpretación apuntaba a uno de los motivos teológicos preferidos del primer cristianismo: la contraposición entre Eva y María. Efectivamente, si bien es cierto que a través de Eva se transmitió el primer pecado de generación en generación, también lo es que la salvación nos llegó a través de la segunda Eva, María. Eligiendo nacer de una mujer, Dios santificó el vientre profanado en el Jardín del Edén. Si Eva llego a ser la madre de todos los mortales, María lo sería de todos los inmortales. Más específicamente, de acuerdo a la traducción de los LXX Eva no fue “engañada” por la serpiente, sino “seducida”, lo que tiene inmediatas implicaciones sexuales. Esto hace que fuentes cristianas, gnósticas, y judías (Targum Pseudo-Jonathan y Pirke de Rabbi Eliezer) le atribuyan la maternidad del linaje de Caín, en contraposición al linaje de los Hijos de Dios, atribuido a María. Además tenemos que fijarnos en cómo Eva fue seducida por la serpiente, a través de la escucha de las palabras de la serpiente. María, a su vez, conoce una escucha y obediencia de otro orden. Ella recibe la palabra de Dios a través del ángel, la guarda, la medita (no reacciona de manera inmediata como Eva), pregunta, y sólo después accede (Lc 1,38). Para más detalles: Gary Anderson, The Genesis of Perfection, p.75-97.