
El desarrollo del Reino de Dios para Pablo ocurre de la siguiente manera. En la primera etapa se dirige al grupo de escogidos que el apóstol se ha encargado de reunir y que son comparados con los primeros frutos de la cosecha (siendo Jesús el primero). En ellos se revelará la identidad de los hijos de Dios (Rm 8,19) y aparecerán delante de Jesús en el juicio. Por tanto, no juzguéis antes de tiempo, sino esperad hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios (1Cor 4, 5). Otro texto que va en la misma dirección es 2Cor 5,10: Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo (2Cor 5, 10).
La segunda etapa en el desarrollo del Reino de Dios sucede en un período prolongado en el tiempo después que se le ha dado a Jesús toda la autoridad y poder hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies. En este período será asistido por la nueva familia de Dios y por los ángeles. ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo es juzgado por vosotros, ¿no sois competentes para juzgar los casos más triviales? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¡Cuánto más asuntos de esta vida!(1Cor 6, 2-3). El último enemigo a vencer será la muerte lo que implicaría la resurrección universal, también de aquellos que ya habían muerto antes de la parusía.
Finalmente, la última etapa en el desarrollo del Reino ocurre cuando todo haya sido sometido a Él, entonces también el Hijo mismo se sujetará a aquel que sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos (1Cor 15, 28). El autor de la carta a los Efesios describe este estadio de una manera similar: En toda sabiduría y discernimiento nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en Él, con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra (Ef 1, 8-10).