Para Filón de Alejandría la Torá es la verdadera copia de la ley de la naturaleza. Esta es una gran ventaja de parte del pueblo judío (Mos 2, 13.51). En todo caso seguir la Torá tiene claras ventajas: uno conoce el propósito de la Ley, la ama, y sabe que sus mandatos están en armonía con nuestra naturaleza (Praem. 82). Ahora bien, nosotros ya sabemos que los Patriarcas siguiendo la ley de la naturaleza lo que hacían era observar la Torá. Los patriarcas eran el protótipo de la ley escrita (Prob. 62). Abraham realizó la divina ley y los mandamientos divino (Abraham 275-276). La pregunta pertinente es, ¿puede una persona hoy realizar la ley de la naturaleza prescindiendo de la Torá? Esto es particularmente importante si consideramos que en la antigüedad los gobernantes representaban a la ley viva. En principio los gobernantes podrían representar la ley viva, encarnar la justicia por así decirlo, pero en la práctica no sucede. También existen hombres, a parte de los gobernantes, que se guían sólo por la virtud y Dios, en otras palabras, por la pintura humana original que los sabios nos proveen (Prob. 62). Sin embargo, aquí Filón no es consistente. Podrían existir tales personas, pero siempre conocen sólo parte de la ley de la naturaleza, o bien, han copiado sus leyes a partir de la Torá. Así, Filón admite que existen gentiles que siguen la ley de la naturaleza, por ejemplo en Spec. 2, 42-48, y hablando de aquellos que respetan el sábado. Otro ejemplo, es cuando Filón menciona a Zeno, el fundador de los estoicos, que según el filósofo debió haber conocido y copiado la Torá (Prob. 57), de otro modo no se explica la aplicación de leyes tan justas. Sócrates también debió haber conocido y copiado la Torá. Y es que son los judíos los que tienen la verdad que los gentiles adivinan de manera parcial en la ley de la naturaleza. Y es que las leyes de Moisés son firmes, inconmovibles, inamovibles, grabadas, como si lo fueran, con los cellos de la naturaleza misma (Mos. 2,14). Esto hace que la Torá no pueda se denegada o modificada. Para más detalles: One God, One Law, p. -103-121
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