La elección del pueblo de Israel supone el ser apartado de todas las demás naciones. El término qadosh, santo, implica precisamente el separar o ser apartado para un propósito divino, como lo establece el Lv 20,26: Sean Santos para mí, porque yo soy Santo, yo Yavé, que los he separado de los demás pueblos para que sean míos. Esta idea se repite en numerosos pasajes como Lv 11, 44-45; 19,2; 20,7; 20,26. La elección implica ser santos porque Dios es Santo, frase que también está en textos comos Nm 15,40; Dt 7,6; 2Cr 35,3. El pueblo de Israel ha sido puesto aparte para cumplir un propósito a través de su santidad. ¿Quién es como tú pueblo de Israel, una nación en la tierra? (1Cro 17,21; 2Sm 7,23. La santidad de Israel no es el único atributo que habla de su elección. Israel se conoce como los hijos de Dios (Dt 14,1; Ez 36,20), mi pueblo (Ex 3,7.10; Is 1,3; 3,12; Jr 30,22; Ez 37,27; Os 11,7; Joel 2, 26; Am 9,14, etc), mi siervo (Lv 25, 55; Is 41,8), mi testigo (Is 43, 10; 44, 8), mi amado (Jr 11,15). Y que el Señor tu Dios te ha elegido de entre todos los pueblos (Dt 7,6; 4,37; 10,15; 14,2; Gn 18,19; Is 41,8; 44, 1; Salm 33,12). Israel es mi pueblo, mi elegido (Is 43,20; 42,1; 45,5; 1Cr 16,13). Para Filón de Alejandría Israel es la raza amada por Dios (Quis Her 203), la nación destinada a ser consagrada sobre todas las demas (Mos 1, 148), la nación más querida de todas por Dios (Abr 98), la nación que el Soberano va a tener cerca (Mig 165), la nación encargada con una visión (Immut 144), la mejor de las rasas (Cong 51).La elección de Israel es presentada como un hecho de facto. Y es que las razones de por qué Israel ha sido escogido son muy escuetas (y se completarán con un sin número de leyendas). Dios ha elegido a Israel para ser su pueblo, su posición más preciada (Dt 7,6; 14,2; Salm 135,4) o su herencia (Salm 33,12). Dios ha establecido a su pueblo (2Sm 7,24; Is 43, 1.21). Esta realidad se expresa de manera explícita en Dt 32, 8-9: Cuando el Altísimo dio a las naciones su herencia, cuando separó los hijos del hombre, fijó los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel. Pues la porción del SEÑOR es su pueblo; Jacob es la parte de su heredad. Algo parecido, aunque en un tono más afectivo se repite en Is 44,1-2: Mas ahora escucha, Jacob, siervo mío, Israel, a quien yo he escogido. Así dice el SEÑOR que te creó, que te formó desde el seno materno, y que te ayudará: "No temas, Jacob, siervo mío, ni tú, Jesurún, a quien he escogido. Por otra parte, la elección de Israel se suele asociar con la liberación de la esclavitud de Egipto para convertirlos en su pueblo (Dt 4,20. 32-34; 9, 26-27; Lv 11,45; 22,33, etc). Por poner un ejemplo, citemos a Am 9,7 que es interesante porque es a la vez una critica a las tendencias que separaban al pueblo de Israel de otros pueblos: ¿No sois vosotros para mí como hijos de Etiopía, oh hijos de Israel? -- declara el SEÑOR. ¿No hice yo subir a Israel de la tierra de Egipto y a los filisteos de Caftor y a los arameos de Kir? Como sea, la cuestión es que la elección al asociarse con la liberación de Egipto, se asocia también con las distintas alianzas que han unido a Dios con los patriarcas hasta Moisés. La Alianza con Abraham, a pesar de ser íntima y personal, presenta una promesa incondicional a través de la cual Dios elige y bendice a Abraham prometiéndole una descendencia larga y la tierra de Canaán (Gn 12,1-3; 17, 2-14).Uno podria pensar que la fe de Abraham es el punto de partida (Gn 15,6), sin embargo, la fe de éste aparece como una consecuencia a la elección de Dios y a su promesa incondicional de hacer de él una gran nación, de bendecirlo a él y a su nombre (Gn 12,2ss; 26,5). En la Alianza Sinaítica, que ya no es personal sino pública y formal, se establece un contrato entre Dios e Israel con mutuas promesas y obligaciones (Ex 19,5-8; Dt 26, 16-19). La elección de Israel, entonces, se fundamenta en las promesas incondicionales de Dios a Abraham, y que luego se repetirán con Isaac y Jacob (Dt 4,37; 7,8; 10,15), y en definitiva en el amor que Dios siente por los patriarcas (Dt 4,31). La elección implica, por lo tanto una relación de amor entre Dios y su elegido (Dt 7, 6-8). Lo mismo con la tierra de Canaán que es dada como don para el pueblo: No es por tu justicia o lealtad de tu corazón el porque vas a ir a ocupar esa tierra: sino por la maldad de esas naciones que el Señor tu Dios ha dispuesto delante tuyo esta tierra para cumplir con la promesa que el Señor hizo en juramento a tus ansestros, a Abraham, Isaac, y a Jacob (Dt. 9,5). La alianza implica elección y opciones dramáticas: Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra vosotros de que he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia, (Dt 30,19 ). La elección pasa, entonces de ser arbitraria a ser mutua y responsable. Entre las metáforas que describen esta relación está la parental y la marital. La primera destaca la fidelidad a toda costa de Dios, que como padre acoge y perdona sin fin a pesar que puede castigar (Os 1,10; Is 54,8; 59,2). La segunda apunta más a las responsabilidades de Israel como agente adulto de esta relación (Is 54,5; Jr 31,31-33; Os 2,19-20). La desobediencia a la Alianza, esto es, caminar tras otros dioses, resulta en castigos muy serios tales como el que Dios de a lo israelitas a sus enemigos o que los expulse de su tierra (Lv 26,14ss; Dt 28, 15ss; Jr 7,21-23; Os 8,1ss; 10, 1-4; Am 5,7-15; 21-4; Hab 2,8-12). El arrepentimiento implica el retornar a Dios (Os 14,1-7) y el volver a la tierra (Am 9,14-15), vengándose contra sus enemigos (Dt 30, 1-8; Is 60, 21; 63, 6-9) y poseer la tierra para siempre (Is 60,21; Ez 36,28). En este contexto de arrepentimiento y plenitud adquiere importancia el concepto de una Alianza renovada a través de la cual Dios transforma el corazón de Israel (Is 54, 7-10; Jr 31, 31-34; Ez 18,30-31). Otro aspecto importante en esta renovación es el resto de Israel qu permanece fiel a la Alianza y del cual depende la fidelidad de las promesas de Dios (Is 10,21-22; Jr 5, 9-10; Ez 14,22; Am 3,12; 4,11). Para más detalles: The Jews as a Chosen People, Tradition and Transformation. p.9-17
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