La vocación humana para la teología ortodoxa se juega en su divinización, esto es, el hacerse a la imagen del Hijo, reflejar su gloria. Un aspecto interesante de la divinización en Gregorio Palamas, el gran teólogo ortodoxo, es su carácter físico o natural. Esto significa que la divinización tiene su fundamento en la encarnación: Porque el Logos llego a ser carne, y la carne llegó a ser el Logos, a pesar que ninguna abandonó su propia naturaleza (Tomos Synodikos 1, 9, PG15, 683B). Cristo es el fundamento de la divinización, ningún esfuerzo humano es capaz de realizarla. Cuando el Logos de Dios asumió la naturaleza humana, le concedió a ésta la plenitud de su gracia y la liberó de los límites de la corrupción y la muerte. La divinización del hombre deriva, entonces, de la unión hipostática del Logos con la naturaleza humana. Dios no renovó nuestra hipostasis (que siempre es individual, tantas como hombres existen), sino nuestra naturaleza que Él asumió, uniéndose a ella con su propia hipostasis” (Homilia 5, PG 151, 64BC). Y es que la carne de cristo, siendo el cuerpo del Logos de Dios encarnado, es el punto de contacto del hombre con Dios y el camino que nos conduce al Reino de Dios. Tal como había indicado Atanasio, así como después de la desobediencia de Adán todos los hombres fueron conducidos a la corrupción, la carne de Cristo, siendo el cuerpo del Logos encarnado, fue la primera en ser liberada y salvada; y luego, nosotros siendo un cuerpo con Él, somos salvados en Su cuerpo; porque en Su cuerpo Cristo nos conduce al Reino de los cielos y hacia su Padre (Contra los Arrianos 2, 61, PG 26, 277B). A través de la divinización de la naturaleza humana de Cristo, dirá Palamas, una nueva raíz fue creada, una raíz capaz de instalar vida e incorruptibilidad (Defensa de los Hesicastas 3, 1, 33). Por lo tanto, así como los hombres descendientes de Adán automáticamente están unidos a la vieja raíz de la corrupción y la muerte, los hombres que se unen a través del bautismo y la eucaristía a la nueva raíz que es Cristo se regeneran en Él (Capítulos Naturales 54, PG 150, 1160D). Ahora bien, con estas reflexiones Palamas no está negando el valor soteriológico a la muerte y resurrección de Jesús. Al contrario, cuando Palamas habla de la encarnación, él está entendiendo todo la vida de Cristo, sus enseñanzas, sus milagros, su muerte, su resurrección y ascensión. Lo mejor de todo, o más bien, lo incomparable y lo único es la encarnación de nuestro Señor Jesucristo, y sobre todo la consumación de ésta a través de la pasión salvadora y la resurrección….Porque todo lo que se necesitaba para nuestra salvación fue realizado: la perfecta dispensación del Hijo de Dios en la carne, sus enseñanzas inspiradoras, las consecuencias de sus actividades milagrosas, la entrega de su cuerpo divino, el sacrificio divino, la resurrección después de tres días, el inicio de la vida eterna y el gozo que él confiere en Dios (Homilia 41, PG 151, 521CD). Esto es realmente importante por cuanto se juega la salvación del hombre. Así lo piensa Palamas siguiendo a Atanasio. Cuestionar la divinidad de Cristo, y por lo tanto la importancia de la encarnación en toda su extensión, es poner en cuestión la divinización del hombre. Y es que si Cristo fuese un hombre creado, Él no podría unir otras creaturas con Dios, porque Él mismo estaría en necesidad de tal unión (Contra los Arrianos 2, 67 y 69). O en palabras de Gregorio de Nazianzus: Lo que no es asumido no es sanado; pero lo que Dios ha unido eso ha sido salvado (Carta 101, PG 37, 181 C- 184ª).
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