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La Gloria y el Tamaño de Adán

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Algo más sobre las características adámicas previas al pecado, o lo que es lo mismo, el significado místico de la imagen y semejanza del hombre con Dios. Filón de Alejandría habla que los primeros hombres estaban dotados con un cuerpo muy grande y las magnitudes de un gigante (QG 1.32). En el ApAbrah 23,3 leemos que el héroe tiene la siguiente visión: Miré dentro de la imagen y mis ojos corrieron hacia el lado del jardín del Edén y vi allí a un varón muy grande de talla y tremendo de corpulencia, de un aspecto incomparable, que se abrazaba con una mujer que se asemejaba al varón en aspecto y talla. En el TestAbrah se describe la figura de Adán al final de los tiempos sentado por fuera de aquellas dos puertas (una que conduce al paraíso y otra a los infiernos) a un hombre sentado sobre un trono dorado, y el aspecto de aquel hombre era terrorífico, semejante al del Soberano (Dios).  Las enormes proporciones de Adán también están atestiguadas en el 2Enoc donde se habla de su nombre que se construye a partir de las cuatro esquinas del mundo: Oriente, Occidente, Norte y Sur (11,63) (acróstico griego subyacente).  En el Genesis R VIII, 1 leemos: R. Tanjuma, en nombre de R. Benayah, y R. Berekyah en nombre de R. Lazar dijeron: Lo creó como masa inanimada (golem), que se extendía de un confín del mundo al otro, como está escrito: “Mi masa inanimada veían tus ojos” (Sal 139, 16).  R. Yehosúa b. R. Nejemyah y R. Yehudah b. R. Simón, en nombre de R. Lazar, dijeron: Llenando todo el mundo lo creó. ¿De dónde se deduce que desde el oriente hasta el poniente? Porque está dicho: “Tú me has formado por detrás y por delante” (Sal 139, 8). Y de norte a sur, ¿de dónde? Porque se dice: (“Desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra) y desde un extremo a otro del cielo” (Dt 4,32). ¿Y de dónde que también [llenaba] el hueco del mundo?  La Escritura dice: “Y has puesto sobre mí tus manos” (Sal 139,8)  igual que lees: “Retira tu mano de sobre mi” (Job 13,21).  Otro texto rabínico pertinente es Pirke de Rabi Eliezer 11: Él [Dios] comenzó a coger el polvo para el primer hombre desde las cuatro esquinas del mundo….él [Adán] se mantuvo de pie y fue adornado con la Imagen Divina. Su altura era de oeste a este como está escrito: “Tú me has formado por detrás y por delante”. “Detrás” se refiere al oeste, “delante” se refiere al este. Todas las criaturas le contemplaron y le temieron pensando que era su Creador y llegaron a postrarse delante de él. Un último texto pertinente son las Crónicas Jerahmeel 6-12: Entonces llamó Dios a Gabriel y  le dijo: “Ve y tráeme polvo de las cuatro esquinas de tierra y Yo crearé al hombre de allí…”. Él [Adán] se mantuvo de pie y era a semejanza de Dios; su altura se extendía de este a oeste como está escrito: “Tú me has formado por detrás y por delante”. Detrás, esto es el oeste, y delante, esto es el este. Todas las creaturas le contemplaron y le temieron; ellas pensaron que era su Creador y se postraron delante de él.  La enormidad de Adán no es sino otra forma de referirse a la gloria del primer hombre. Y es que tenemos que relacionar estas descripciones con las que se hacían del mismo Dios en textos como Siur Qhoma (ver) o el 3Enoc.  Un texto especialmente interesante, por lo desconocido que es el Octipartite de Adán. En él leemos:  Ahora el primer hombre fue creado de ocho partes. La primera parte del polvo de la tierra; la segunda del mar; la tercera del sol; la cuarta de las nubes del cielo;  la quinta del viento; la sexta de las piedras; la séptima del Espíritu Santo; la octava de la luz del mundo. Ahora, ésta es la interpretación. Se dice que del polvo de la tierra se ha formado su carne. El segundo, esto es el mar, de donde se ha formado su sangre. El tercero es el sol, de donde son sus ojos que son la lámpara del cuerpo. Cuarto: de las nubes del cielo son formados sus pensamientos. El quinto es el viento, que es su inhalación y su exhalación. El sexto, esto es la piedra, de donde son sus huesos. El séptimo es el Espíritu Santo, que Dios ha dispuesto en el hombre. El octavo es la luz del mundo que ha sido interpretada como el Cristo. El primer hombre, al modo de un micro cosmos, es el culmen y síntesis de la creación. Esta imagen adámica al modo de Dios es lo que hace que los ángeles se postren delante de él…todos menos satanás y los suyos que se niegan.  El 2Enoc Dios habla de Adán en los siguientes términos: Y le dejé establecido en la tierra como un segundo ángel, honorable y glorioso. Y le constituí como rey sobre la tierra, teniendo a su disposición un reino gracias a mi Sabiduría (11, 60-61). El mismo texto habla que Dios puso a disposición de Adán cuatro estrellas insignes (11,64) que bien puede ser una analogía a las cuatro hayyot que a su vez cuidan el trono de Dios.

El Segundo Adán como Pre-existente en Pablo

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En este blog la cristología adámica ha concentrado muchas entradas, y es que, como hemos visto, el cristiano está llamado a reflejar la gloria divina creyendo en el segundo Adán, Cristo, exaltado a la derecha del Padre (aquí y aquí). Como hemos visto en una entrada anterior, en siglos posteriores se tendrá cuidado de distinguir al primer Adán de Jesús. Este último es ontológicamente superior. Por una parte, se trata de responder a ciertas historias rabínicas que dotaban a Adán de una naturaleza pre-existente y gloriosa. ¡Cuidado, dirán, sólo Jesús es pre-existente! Por otra, se trata de enfatizar que  Jesús no se limita sólo a realizar lo que el primer Adán no pudo llevar a cabo.  Ahora bien, lo interesante es que algo de esta problemática está presente en Pablo… El apóstol de los gentiles enfatiza que el primer Adán fue hecho de polvo (1Cor 15,47), pero al mismo tiempo reflejaba la gloria divina. El segundo Adán, en cambio, vino del cielo (1Cor 15, 47), lo que significa su superioridad y pre-existencia. Esta pre-existencia está especialmente desarrollada en Pablo a través de la cristología sapiencial. Esto significa que se predica de Jesús lo que en al A.T. se había dicho de la Sabiduría de Dios. Por ejemplo: para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas y nosotros somos para Él; y un Señor, Jesucristo, a través de quien (δι᾽ οὗ )son todas las cosas y a través del cual (δι᾽ αὐτοῦ )  existimos nosotros(1Cor 8, 6). Otro ejemplo es tomado de Colosenses: Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación (15).Porque en Él (ἐν αὐτῷ) fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él (δι᾽ αὐτοῦ καὶ εἰς αὐτὸν) (16). Y Él es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen (Col 1, 15-17). Ahora bien, además de la cristología sapiencial existe otra forma de referirse al Jesús pre-existente. En el judaísmo del tiempo de Jesús era común distinguir entre el Dios Altísimo y un aspecto hispostaciado del mismo que media entre éste y los hombres. Así, por ejemplo,  Cristo estuvo presente en la historia de la salvación del pueblo de Israel, específicamente en el desierto cuando todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo (1Cor 10, 4). Lo que está detrás es Dt 32, 4.18 donde se habla de Dios como una roca que conduce al pueblo en su éxodo. 

La unción sacerdotal y el oleo de vida eterna

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El “Testamento de Leví”  es parte de un libro apócrifo judío, de gran influencia en el cristianismo primitivo, conocido como “El Testamento de los XII Patriarcas”. El autor pseudográfico de la obra es el tercer hijo de Jacob, Leví, quien sufre una visión donde se percibe ungido como sumo sacerdote por siete hombres vestidos de blanco (TestLev 8,1). La unción sumo sacerdotal implica dos ceremonias. La primera es el vestirse con los atuendos que sólo el sumo sacerdote podía portar en el templo de Jerusalén y que le dotaban de la capacidad de mediar entre los hombres y Dios. “Levántate, -le dicen- cúbrete con la vestidura sacerdotal, la corona de la justicia , el pectoral del entendimiento (logion) , el manto de la verdad , la diadema de la fe , la mitra del signo  y el efod de la profecía ”.La segunda ceremonia implica la unción propiamente tal de Leví, y se describe de la siguiente manera: el primero de los hombres lo “ungió con óleo sagrado”  y le dio “el cetro del juicio”  (8,4); el segundo, lo “lavó con agua pura”, le alimentó “con pan y vino sacratísimos”  y le “cubrió con un vestido santo y glorioso”  (8, 5). Luego, un tercero lo “tocó con un paño de lino parecido a un efod”  (8,6), mientras que el cuarto lo “ciñó con un cinturón de color semejante a la purpura”  (8,7). Más adelante, el quinto le dio “una rama de fecundo olivo”  (8,8) y el sexto le “rodeó la cabeza con una corona”  (8,9). Por último, séptimo le ciñó “la diadema sacerdotal”  y le “llenó las manos de incienso para oficiar ante el Señor”  (8,10).
Un aspecto que suele pasarse por alto en este relato es el óleo sagrado  con el que fue ungido Leví. En el 2Enoc también encontramos referencias a este óleo cuando Miguel desviste a Enoc de sus vestidos terrenos y le unge con un óleo delicioso. Este óleo es más luminoso que la más luminosa luz y su ungüento es como el delicioso rocío y su fragancia como la mirra, y es como los rayos del brillante sol (22,9).  Pareciera que este óleo proviene del Árbol de la Vida del Edén, tal como se infiere de 2Enoc 8,3-4:  El árbol de la vida es indescriptible por la afabilidad y fina fragancia, y es más hermoso  que cualquier cosa creada que exista. Y desde cada dirección su apariencia es como el oro y el carmesí, y con la forma del oro. Así la investidura y unción de Enoc representa no solo su iniciación sacerdotal sino la restauración de su naturaleza caída. Lo mismo que Leví en el primer caso. En todos estos ejemplos, traemos a la memoria el óleo sagrado prescrito por Moisés para el tabernáculo en Ex 30,22-23. Un último ejemplo que ilustra el punto proviene de la versión armenia de La vida de Adán y Eva donde, en el momento del entierro de Adán, Dios le dice a Miguel: “Ve al Jardín en el tercer cielo y tráeme tres vestidos de lino”. Cuando los trajo, Dios dijo a Miguel, Ozel y a Gabriel: “Traeme esos vestidos de lino y cubre el cuerpo de Adán y trae el óleo dulce”. Ellos lo trajeron y los pusieron alrededor del cuerpo y lo enrollaron en estos vestidos. 

Melquizedec en La Cueva de los Tesoros

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En varias entradas hemos visto la importancia de Melquisedec para el judaísmo, los escritos del Qumrán, para el primer cristianismo y para algunos gnósticos. En el apócrifo cristiano  sirio llamado la cueva de los tesoros (XXII-XXIII) también aparece una sección, seguramente independiente en su origen, que se refiere a la historia de Melquisedec. En este texto se describe a Melquisedec como rey , ya que es hijo de Malak (rey), y sacerdote cuyo ministerio es el custodiar el cuerpo de Adán en el gólgota y servir allí. En XXV, 3-6 Noé le dice a su hijo Sem: Mira, hijo mio, lo que hoy te ordeno:nada más morir yo, entra en el arca y saca el cuerpo de nuestro padre Adán sin que nadie se de cuenta. Toma allí pan, vino y agua como provisiones para el camino y que Melquisedec, hijo de Malak, vaya contigo porque Dios le escogió a él de entre todas vuestras  generaciones para que sirviera ante El sobre el cuerpo de Adán. Ponlo dentro del centro de la tierra y establece allí a a Melquisedec. De acuerdo a este texto, cuatro son las características del sumo sacerdocio de Melquisedec: su relación con Sem, la dimensión escatológica vinculada a su genealogía, su ministerio sacerdotal ligado al cuerpo de Adán y al centro de la tierra y su ascetismo. Respecto a la relación entre Sem y Melquizedek ya en V.11-12 Dios había ordenado a Adán que aquel que permanezca entonces, tomará tu cuerpo, lo trasladará y lo pondrá donde yo te mostraré, en el centro de la tierra, porque allí tendrá lugar tu Redención y la de todos tus hijos. No se dice nada respecto a la identidad de este personaje, lo mismo más adelante cuando nos encontremos con el testamento de Yered a Henoc donde escuchamos que aquel de vosotros que salga de esta tierra, que tome con él el cuerpo de nuestro padre Adán, aquellas ofrendas que hay en el cueva de los tesoros y al que Dios se lo ordene, que tome y suba el cuerpo con estas ofrendas (XIII.6). La situación se aclara cuando tenemos en cuenta la leyenda del nacimiento milagroso de Melquisedec del 2Enoc donde se nos dice que Melquisedec es hijo de Nir, el segundo hijo de Lamek después de Noé. En la CuevTesSir leemos en XVI. 5-28 que Sem ha sido designado para transportar el cuerpo de Adán al centro de la Tierra (XVI.22) y un segundo “hombre de sus generaciones” designado como guardian del sepulcro de Adán (XVI. 23).  Esto es lo que se ha dicho en el testamento de Lamek: Ordena a Sem, tu primogénito, y dile que después de tu muerte suba a por el cuerpo de nuestro padre Adán y que lo ponga en el centro de la tierra, que viva allí un hombre de sus generaciones para que sea ministro en aquel lugar. Sera célibe todos los días de su vida, no tomara mujer y allí no tendrá lugar que habitar. Se deduce que este segundo hombre es Melquisedec, quien, además, se constituye en un ser escatológico, pues es el guardian del centro de la tierra, el lugar donde tendrá lugar la redención de Adán y de todos sus hijos (XXII.9). Este centro de la tierra es el lugar donde Dios creo el mundo (XX.8; XLIX.4) y a Adán (II.15),  donde Sem y Melquisedec depositaron el cuerpo de Adán, y donde Melquisedec se convirtió en guardian de su sepulcro, y más tarde en rey y sacerdote del Altísimo (XXX.1-10). Este será el Calvario, es decir el lugar de la crucifixión y de la redención de Adán (XLIX 2-10; LI.20). Por último, destaquemos el carácter ascético de Melquisedec, por ejemplo en XVI. 23-28 se habla de su celibato y de los sacrificios sin sangre que realizara. En XXIII.19-23 leemos, que Sem dio ordenes a Melquisedec y de dijo: “Sé tu el sacerdote de Dios Altísimo, porque Dios te ha elegido solo a ti para que sirvas ante el puramente en este lugar. Por lo tanto, quédate aquí siempre y no te apartes de este lugar durante todos los días de tu vida. No tomarás mujer, no te cortarás el pelo, la sangre nunca se derramará en este lugar y aquí no ofrecerás fieras ni aves, sino que siempre ofrecerás pan y vino. El ángel del Señor descenderá continuamente a tu lado. 

Filón de Alejandría sobre los vestidos del sumo sacerdote (6)

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Volvemos al significado simbólico de los vestidos del sumo sacerdote (aquí, aquí, aquí y aquí)  de acuerdo al De Vit. Mos. II, 131-135. En estos números se nos recuerda que la tiara sumo sacerdotal ubica a este personaje por sobre reyes. Tales son las enseñanzas que Moisés dio a conocer a través de la sagrada vestidura. Sobre la cabeza del sacerdote colocó, en vez de una diadema, un turbante, por entender que durante el ejercicio de sus funciones el consagrado a Dios como sacerdote es superior no sólo a todos los hombres comunes sino también a todos los reyes (131).En la parte superior del turbante está la placa de oro sobre la cual se hallan grabados los caracteres de las cuatro letras en las que, se nos dice, se expresa el nombre del Que Es; significando que es imposible que ser alguno de cuantos existen perdure sin invocarlo, ya que es Su bondad y Su potencia propicia lo que da consistencia a todas las cosas (132). Vistiendo estas prendas y ornamentos es como se dirige el sumo sacerdote para cumplir las sagradas funciones, a fin de que, cada vez que ofrece las ancestrales plegarias y sacrificios, el mundo todo entre junto con él a través de las representaciones que del mismo lleva sobre sí, que son: del aire la túnica que llega hasta los pies; del agua las bellotas de granada; de la tierra los bordados de flores; del fuego el color escarlata; de los dos hemisferios, por sus formas semejantes a ellos, las esmeraldas circulares puestas en lo alto de los hombros, en cada una de las cuales hay seis grabados; del zodíaco, las doce piedras distribuidas en cuatro hileras de tres sobre el pecho; y de aquel que todo lo conserva y administra, el lugar del logos. La razón de tal compañía es la necesidad de que quien ha sido consagrado al Padre del mundo recurra a la intersección de Su hijo, perfectísimo en sus excelencias, para recabar el olvido de las faltas y la provisión de bienes abundantísimos (134). Y quizá también lo que Moisés persigue es enseñar al servidor de Dios que, si bien está más allá de sus posibilidades el ser digno del Hacedor del mundo, al menos puede intentar ser permanentemente digno del mundo; y que, pues viste prendas que son representación de éste, es su primer deber el llevar grabado el modelo en su inteligencia y transformarse, en cierto modo, de hombre en la naturaleza del mundo; y, si es lícito decirlo (y lo lícito cuando se trata de la verdad es no mentir), ser un pequeño mundo (135).

Los rabinos y la memoria del Templo (misná): definiendo el procedimiento cultual

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La misná se escribe hacia finales del II y principios del III, cuando el moviento rabínico iba adquiriendo fuerza y liderazgo entre los numerosos grupos que configuraban el judaísmo. Este movimiento también se percibe en la misná donde los rabbis se definen como las autoridades legales, los juristas, los que interpretan los rituales cultuales tradicionales. En esa linea los rabbis se creen los continuadores de los miembros del Sanedrín o Gran Corte, la misma que juzgase a Jesús, otorgándole a ésta última unas potestades jurídicas en el cumplimiento de la Ley y en la praxis cultual del templo que estaban lejos de haber tenido (Avot 1-2; Pe´ah 2,6). Los rabbis, como corte, son los continuadores de la Gran Corte o Sanedrín, término que ocupan para defenirse en algunas ocasiones, dotados de la potestad de dar o no muerte a los culpables de ciertos delitos. Pero más aún, además de continuadores de la Gran Corte, los rabbis son los herederos, a través de una serie de cortes, del mismo Moisés (Rosh Hashnah 2,9). Esta autoridad jurídica de los rabbis en los asuntos cultuales, que tan cuidadosamente proyectan al pasado, se manifiesta de diversas maneras. La primera atribuyéndole a la Corte o Sanedrín un rol importante (que probablemente no tuvo históricamente hablando) en el procedimiento cultual. Leemos sobre el Yom Kippur:  I,1: Siete días antes del Yom kippur el Sumo Sacerdote es separado de su familia y llevado a las Cámara de los Consejeros. En esta semana de preparación la Corte tiene un rol destacado: Ponen a su disposición algunos de los ancianos del tribunal que han de leerle el ritual del día: Le dicen: “Mi señor, Sumo Sacerdote, recita con tu propia boca, no sea que te hayas olvidado o que no lo hayas aprendido”. La vigilia del Día del Perdón por la mañana lo llevan a la Puerta Oriental y hacen pasar delante de él toros, carneros y corderos, a fin de que se experimente y se ejercite en el trabajo (1,3). Durante los siete días no le retraen ni la comida ni la bebida. La vigilia del Día del Perdón, al atardecer, no han de ponerle mucho de comer, porque la comida suele traer consigo el sueño (1,4). Los ancianos del tribunal le entregan a los ancianos de la clase sacerdotal y éstos le conducen al apartamento superior de la casa de Abtinas, le conjuran, se despiden de él y se marchan. Le dicen: “Mi señor, Sumo Sacerdote, somos los delegados del tribunal y tú eres nuestro emisario y delegado del tribunal. Te conjuramos por Aquél cuyo nombre habita en esta casa que no varíes nada de lo que a ti te hemos dicho”. Él se aparta y llora, y ellos se apartan y también lloran (1,5). Lo interesante es que, contrario a toda predicción, los ancianos del tribunal no vuelven a tener un rol importante en la ceremonia misma,  a pesar que la preparación cayó bajo sus hombros.

El mismo ejemplo, casi con las mismas palabras, lo encontramos en la preparación de la ceremonia de la vaca roja. Leemos en Parah 3,1: Siete días antes de la cremación de la vaca, el sacerdote que había de quemarla era apartado de su casa y llevado a la estancia que estaba frente al Templo, en el lado noroiental. Era llamada “la casa de piedra”. …Los ancianos de Israel acostumbraban a ir delante, a pie, al monte de los olivos. Allí había un baño para la inmersión. Se contaminaba, en efecto, al sacerdote que tenía que quemar la vaca a causa de los saduceos para que no pudieran decir: Ha sido preparada por quien ha esperado la puesta del sol para su purificación (3, 7b). Imponían sus manos sobre él y le decían: “Mi señor, Sumo Sacerdote, sumérgete una vez”. Entonces aquel descendía y se sumergía, subía y se secaba (3,8ª).  Para más detalles: Naftali S. Cohn, The Memory of the Temple and the Making of the Rabbis, p. 41-55.

Reseña de La Carta a los Hebreos. Una visión desde las teologías del Templo en SCRIPTA THEOLOGICA / VOL. 46 / 2014

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Tomás GARCÍA HUIDOBRO, La Carta a los Hebreos. Una visión desde las teologías del Templo, Salamanca: Sígueme («Biblioteca de Estudios Bíblicos Minor», 23), 2014, 155 pp., 12 x 19, ISBN 978-84-301-1864-9.


La Carta a los Hebreos es un texto neotestamentario de especialísimo valor. Su contenido doctrinal es de enorme importancia en el conjunto de la Escritura. Se puede afirmar que es una de las cimas –también desde el punto de vista literario– de toda la Biblia. Al mismo tiempo, esta gran homilía presenta dificultades no pequeñas para el lector actual, pues utiliza imágenes y giros propios de su tiempo y de su entorno de redacción. La enorme distancia entre los presupuestos del lector implícito de la obra y la mente de un lector actual se debe al escaso conocimiento del mundo del Antiguo Testamento y del entorno judío propio del cambio de Era. Ese desconocimiento está presente hoy incluso en lectores de alto nivel cultural. En el pasado reciente hemos disfrutado de los trabajos del Card. Albert Vanhoye S.J. que nos esclarecían buena parte del sentido de la Epístola a los Hebreos desde una profundización a la luz del Antiguo Testamento, especialmente desde la descripción de la liturgia judía. Ahora disponemos de una estupenda guía para completar ese recorrido. Tomás García Huidobro, S.J. (Santiago de Chile, 1971) ha sido director del Instituto Santo Tomás de Moscú y ha realizado estudios en la Pontificia Universidad Católica de Chile, en la Universidad de Deusto y en la Boston College School of Theology. La Carta a los Hebreos. Una visión desde las teologías del Templo es una aproximación a Hebreos desde la literatura judía intertestamentaria. Tomás García describe de una manera clara y rigurosa algunas de las principales obras apócrifas del Antiguo Testamento que sirven de trasfondo a la carta-homilía. El autor realiza un recorrido temático que incluye la comprensión y descripción del Templo de Jerusalén, del sacerdocio levítico, del sumo sacerdocio y de la liturgia del Yom Kippur, explicando la comprensión que tenían de estos importantes lugares teológicos los autores de la literatura judía extrabíblica durante el periodo del segundo Templo, de gran importancia en el s. I d.C. Tiene especial importancia en la comprensión de las teologías del Templo la literatura enóquica, algunos apocalipsis como el de Abrahán y obras de literatura de Hejalot o de los escritos esenios de Qumran. Este libro da mucha luz para entender expresiones difíciles de la Carta a los Hebreos y que podrían pasar sin una adecuada comprensión. Conocer el significado de expresiones como lugar santo, santo de los santos, tabernáculo, sentarse a la derecha de Dios en las alturas, nombre excelente, penetrar en los cielos, etc., en el judaísmo del s. I d.C., es crucial para comprender el núcleo del mensaje cristiano que contiene esta homilía de exhortación a la esperanza. Estas y otras expresiones, utilizadas también en las obras apócrifas citadas, tienen su propia y peculiar significación en la Carta a los Hebreos. Lo verdaderamente sorprendente es el contraste que establece el autor. Se puede decir que hay una continuidad con el uso de esas expresiones, pero sólo en el sentido de constituir un trasfondo en el que presentar con matices nítidos una nueva, más profunda y sorprendente comprensión que el fenómeno testificado por los apóstoles trae al mundo: Jesús como Sumo Sacerdote de una nueva y definitiva Alianza sellada con su sangre en el Gólgota. Tomás García nos ofrece un libro claro y profundo en el que el uso de la literatura judía intertestamentaria nos ayuda a conocer con luces nuevas el contenido del Nuevo Testamento, en concreto, a percibir con mayor hondura cómo se relacionan Antiguo y Nuevo Testamento. Ésta era una tarea que la Pontificia Comisión Bíblica había encargado a los estudiosos de la Escritura en su documento del año 1993. «La literatura judía extracanónica, llamada apócrifa o intertestamentaria, es una fuente importante para la interpretación del Nuevo Testamento» (PCB 1993 I.C.2). A lo largo de la lectura del libro uno podría sentir un poco de desazón porque las extravagantes comprensiones de estos escritos apócrifos resultan un tanto chocantes. Es en el capítulo 5 (especialmente pp. 126-129) donde Tomás García resume y critica todo este conjunto de imágenes y donde sintetiza lo realmente interesante del recorrido realizado. De esa manera también el lector podrá experimentar la riqueza y pluralidad del judaísmo del s. I d.C., con sus distintas corrientes, y la singularidad del nacimiento del cristianismo, algo profundamente arraigado en el mundo judío, pero poseedor de una más que extraordinaria novedad. Al mismo tiempo, quien redactó la Carta quiere distanciarse de aquellas peculiares concepciones religiosas: «Este énfasis en la singularidad de la experiencia de Jesús nos hace sospechar que el autor conocía los relatos contemporáneos que predicaban lo mismo de Enoc, Moisés, Abrahán, Melquisedec, etc., pero opta por no incluirlos, negando así implícitamente su veracidad» (p. 127). Sin duda éste es un libro que no defraudará a aquellos que ya hayan estudiado con profundidad la Carta a los Hebreos.


Diego PÉREZ GONDA

La mortalidad del hombre de acuerdo a distintas fuentes judías alrededor del siglo I.

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La mortalidad como consecuencia del primer pecado está atestiguada en varias fuentes apócrifas, mencionemos la Vida de Adan y Eva donde la inmortalidad se relaciona con el aceite que emana del árbol de la vida. Este portento le es negado por lo ángeles a Set quien espera con éste sanar a su padre. Los ángeles le dicen que al final de los tiempos los justos podrán gozar de este aceite.  Set, hombre de Dios, no te canses pidiendo en esta súplica por el árbol del que mana el aceite para ungir a tu padre Adán, pues no se te concederá ahora, sino en los últimos tiempos.  Entonces resucitarán todos los hombres desde Adán hasta aquel gran día, todos los que sean pueblo santo. Y en ese momento se les dará todo el goce del paraíso y Dios estará en medio de ellos. (13). Para Filón de Alejandría la mortalidad como castigo fue la consecuencia de la vida sexual de Adán y Eva. En OP. 151-152 leemos: Mas, como ninguna de las cosas creadas es estable, y los seres mortales están sujetos fatalmente a transformaciones y cambios, era preciso que también el primer hombre experimentara alguna desventura. Y una mujer se convirtió para él en el principio de la vida reprochable. En efecto, mientras estaba solo, asemejábase en virtud de su soledad, al mundo y a Dios, y recibía en su alma las impresiones de la naturaleza de uno y Otro; no todas, pero sí todas aquellas que su constitución mortal era capaz de recibir. Pero, una vez que hubo sido modelada la mujer, al contemplar una figura hermana de la suya, una forma de su misma estirpe, se alegró ante la visión, y aproximándose a ella la saludó con afecto. 152. Ella, no viendo otro ser viviente más parecido a sí misma que aquél, se alegra y devuelve el saludo con actitud modesta. Y sobreviene el amor, y reuniéndolos como si se tratara de dos partes separadas de una sola creatura viviente, los une en un mismo todo, tras haber afincado en cada uno de ellos el deseo de unirse con el otro a fin de producir un ser como ellos. Mas este deseo engendró también el placer corporal, el placer que es origen de iniquidades y procederes ilegales, y a causa del cual los hombres truecan una vida inmortal y dichosa por la mortal y desdichada. En otra obra Filón habla de la mujer (los sentidos, los placeres) asimilándola a la muerte. De esta vida de los sentidos, pues, llamada "Masek", es hijo todo aquel que entre nosotros honra y admira a la nodriza y nutriz de la raza mortal, es decir, a la sensibilidad, a la que la terrestre inteligencia llamada Adán vio recién modelada y, siendo su propia muerte, la llamó "vida"(Here 52).Para Sirac, en cambio, la mortalidad no es producto del pecado, sino que es parte del orden natural.  Leemos en 33, 7-13: ¿Por qué un día es distinto de otro día,    si todos repiten la luz del sol?   33,8: La sabiduría de Dios los distinguió y estableció entre ellos días festivos;   33,9: bendijo uno de ellos y lo santificó,  a los demás los hizo días ordinarios.   33,10: Todos los hombres son piezas de barro, pues de arcilla fue creado el hombre; 33,11: pero la sabiduría de Dios los distingue, los hizo habitar la tierra e hizo diferentes sus destinos. 33,12: A unos los bendice y exalta, a unos los consagra y acerca a sí; a otros los maldice y humilla y los arroja de sus puestos. 33,13: Como está el barro en mano del alfarero, que lo maneja a su voluntad, así está el hombre en manos de su Creador, que le asigna un puesto en su presencia. Más adelante, el mismo autor escribe: No temas la muerte, que es tu destino, recuerda que lo compartes con antepasados y sucesores; 41,4: es el destino que Dios asigna a todo viviente, ¿y vas a rechazar la Ley del Altísimo? En la tumba nadie discutirá por mil años o cien o diez (41,3-4). Josefo tiene otra perspectiva, para él la mortalidad no es fruto del pecado, el hombre tiene que morir de todas maneras. El castigo por el pecado implica una vida más corta. Asi en AntJud 1.46 leemos como Dios recrimina a la primera pareja después que estos pecaron: Yo había decretado que vosotros vivierais felices, sin preocupaciones, sin cuidados y sin aflicciones; y que todo lo que os sirviera y pudiera proporcionaros placer creciera por mi providencia, sin trabajos ni esfuerzos por parte de vosotros; porque trabajos y esfuerzos os llevarían a la senectud y la vida ya no os duraría mucho. Has abusado de mi buena voluntad y desobedecido mis órdenes; porque tu silencio no es señal de virtud sino de mala conciencia (I, 1, 4). 

Las canciones de David (apócrifo Judío)

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Las canciones de David es un apócrifo que tiene interesantes paralelos con la literatura qumránica (IQS III, 20-IV, 16). Entre muchas un marcado dualismo como en I, 4: Y Tú has dividido el mundo entre las tinieblas y la luz, y entre el impuro y el puro, y entre el justo y el injusto. David es llamado Siervo de Dios quien es portador de la poderosa sabiduría divina (I, 6).  Más adelante se dice que todo aquel que sirve Tu Nombre va a enseñar una canción a quienes crean en las palabras de tu Siervo (I,8). Y es que Dios va profetizar a través de la boca de tu siervo (I,14).  La importancia mesiánica de David se manifiesta también los siguientes versículos: Desde el inicio Tú juraste a David tu Siervo y Tú ungiste a la raíz de Jese con tu misericordia. Tú sostienes su brazo con Tu Santidad, porque él ha establecido tus alabanzas hasta el confín de la tierra (I, 16-17). Las Canciones de David  son excepcionales por cuanto le atribuyen a David un reino escatológico personal y no a sus descendientes como es usual en el judaísmo (Sal.Salomon 17,4; 4Q174 1 I, 10-13;  4Q252 V, 2-4; 4QpIsa III, 18-22). Con una semejanza a lo que se predicará de Jesús entre los cristianos se nos dice que el ángulo que han rechazado los constructores se ha erigido como cabeza de todas las naciones. Tú le has hecho heredar un turbante y una corona (sumo sacerdotales) con alegría y Tú has llamado su nombre para ser alabado entre todas las naciones (I,18-19). Esta exaltación davídica se manifiesta también a través de sus canciones, y es que a través de ellas Dios santifica el gran Nombre, y todos los días él recita Tus canciones poderosas. Tú hiciste su grandeza como  el gran número de todos los ángeles y Tú lo ungiste rey de todas las naciones por siempre (I, 22-23). En la canción segunda David ora delante del Rostro de Dios al modo sumo sacerdotal y dice: Tú me hiciste por el bien de todo el mundo delante de tu Rostro y Tú me hiciste luz para las naciones por Tu poder. Todas las naciones van a declarar Tu gloria, porque ellos verán Tu justicia junto a quien te ha sido fiel (David) (II, 8-9). En un movimiento kenótico que será familiar en el mundo cristiano leemos en el canto tercero: Bendito Aquel que hace heredar y que hace enriquecer y Bendito Aquel que humilla y que exalta. Aquel que eleva al débil desde el polvo y al afligido desde las cenizas, y Quien hace de su Trono uno grande sobre todos los principados y magnífica su fuerza sobre todos los gobernantes (III, 12-14). Sobre la datación de estos salmos es imposible decir algo cierto. Algunos dicen que son contemporáneos con parte de la literatura del Qumrán, otros lo sitúan cerca de la literatura talmúdica. El hebreo y parte de sus temas teológicas inclinan a pensar en la segunda posibilidad como más certera. Para más detalles. Canciones de David, (Trad. G.W. Lorein y E. van Staalduine-Sulman) en: Old Testament Pseudepigrapha, p. 257-271.

El Templo y el paraíso en San Efraín

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Es interesante la  relación entre el Templo de Jerusalén y el Jardín del Edén que  vislumbra el teólogo y místico sirio San Efraín. Según este autor el árbol del conocimiento  guardaba la entrada al santo de los santos donde se encontraba el árbol de la vida. Era como el velo que separaba el santo de los santos del tabernáculo en el templo de Jerusalén. El mandamiento divino que prohibía el comer del fruto del árbol del conocimiento incluía el no acercarse a éste. Lo mismo que se les prohibía a los sacerdotes del templo acercarse al santo de los santos. Porque Dios no autorizó a Adán a entrar en la habitación interior del tabernáculo, porque ésta estaba resguardada por guardias, y así, él podría realizar bien sus servicios litúrgicos en las habitaciones exteriores del tabernáculo (Himnos sobre el paraíso 3, 16). Más específicamente, el problema radica, no tanto en la prohibición, ya que Adán como sumo sacerdote podría haber entrado, sino en el no cumplimiento de los requisitos de pureza que lo hacían apto para entrar en el santo de los santos. En su estado de impureza, Adán deseó entrar en el santo de los santos, deseo que sólo poseen aquellos que son santos. Pero él entro impetuosamente a las habitaciones interiores del tabernáculo, incluso a las habitaciones exteriores, de allí que no se le permitiese entrar de nuevo. Esta misma dinámica se repite, según Efraín, en la historia del Rey Uzziah en 2Cro 26, donde este monarca entra impetuosamente en el tabernáculo para ofrecer el sacrificio del incienso.  Por esta razón, este rey fue castigado y fue convertido en leproso, esto es, en un hombre impuro, al modo como Adán y Eva fueron revestidos de carne. Gary Anderson, The Genesis of Perfection, p.55-57.

Adán como el árbol de la vida

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En una entrada anterior veíamos como se relacionan el relato de la creación y caída del hombre con el relato de Moisés en elSinaí y la desobediencia del pueblo. Esta misma relación la encontramos en el Targum Neofiti  al Gn 3,22, donde, además, vemos cómo la promesa hecha a Adán (Israel) es configurarse como el árbol de la vida en el Jardín del Edén. Esta última relación nos lleva al Salmo 1 donde los justos que guardan la ley son plantados como árboles (de la vida en los LXX). Vamos al Targum: Y el Señor Dios dijo: “Mirad al primer Adán (hombre), a quien he creado, quien es único en el mundo, como yo soy único en las alturas. Vendrá el tiempo cuando muchas naciones emergerán de Él, y de Él una nación que sabrá discernir entre el bien y el mal. Si Él guarda los mandamientos de la Torá y mantiene sus decretos va a vivir y será como un árbol de vida para siempre. Sin embargo, si no guarda los mandamientos de la Torá o no mantiene sus decretos, yo lo expulsaré del Jardín del Edén, no sea que extienda su mano y tome el fruto del árbol de la vida y viva para siempre. Otro texto interesante es el Targum Neofiti a Gn 3, 24. : Entonces Él expulsó a Adán y la gloria de la Sekina lo hizo habitar en el este del Jardín del Edén, desde donde estaban dos querubines. Antes que Él creará el mundo, por dos mil años el creó la Torá y estableció el Jardín del Edén para los justos, para que ellos pudieran comer y disfrutar el fruto del árbol, esto para aquellos que guardan los mandamientos de la Torá en este mundo y guardan sus decretos. Él había preparado el Gehinnom para los malvados que se asemeja a una afilada espada que corta por los dos lados…Ya que la Torá es el árbol de la vida todo aquel que la estudia y guarda sus decretos va a vivir. Ella se erige como el árbol de la vida para el mundo venidero. Es bueno estudiar la Torá en este mundo como el fruto del árbol de la vida. 

La creación de la materia en el Evangelio de Judas

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En una entrada anterior  hemos visto la complicada cosmología del Evangelio deJudas. El estado deteriorado del manuscrito nos impide saber con certeza cómo se inicia el drama que devendrá en la creación del mundo material. ¿Es la Sabiduría o Eleleth la causa de la caída? Aunque esto no es claro, sí podemos afirmar, con la mayoría de los textos gnósticos, que la creación material no es sino una copia defectuosa del mundo del pleroma. Las pasiones, la arrogancia, y el miedo distorsionan las realidades que se quieren emular. Después de esto dijo […] (Eleleth o Sabiduría): “Que surjan doce ángeles [para gobernar] sobre el caos y el [inframundo]”. Y he aquí que de la nube apareció un ángel cuyo rostro irradiaba fuego y cuya apariencia estaba contaminadade sangre. Su nombre es Nebro que es traducido por “apostata”; otros dicen “Yaldabaoth”. Y también otro ángel, Saklas (loco) provino de la nube (51, 4-17).  De estos dos principios emergerán una serie de asistentes, seis por cada uno, sumando un total de doce, y estos produjeron 12 ángeles, cada uno recibiendo una porción en los cielos (51, 17-23).  Posteriormente Saklas dijo a sus ángeles: “Creemos un ser humano según la semejanza y según la imagen”. Y ellos plasmaron a Adán y a su mujer Eva (52,19-20).  El texto se va haciendo menos y menos legible aunque es probable que se refiera a los acontecimientos de Gn 2, 15-17 y Gn 3. Al final se hace mención al castigo de Adán de un acortamiento de su vida, cosa que Jesús explica diciendo que es natural que sea así puesto que el universo arcóntico en el que vive también lo es (53,11-15).  Luego se habla del espíritu (o dimensión trascendente) en los hombres como prestamos de Dios, a través de Miguel, para que sirvieran. Este espíritu no es dado a todos los hombres. Pero la Grandeza ordenó a Gabriel dar los espíritus a la gran generación sin rey (a los sujetos procedentes del ámbito superior, aquellos que no obedecen al Demiurgo), el espíritu y el alma. Por esto, el resto de las almas […] (53, 22-26).  De nuevo el texto se hace inteligible, hasta que se habla del destino escatológico de Saklas y sus ángeles, determinado por la Providencia: Sobre todas ellas, las estrellas han completado su curso. Y cuando Saklas haya completado los tiempos que le han asignados, su primera estrella vendrá con las generaciones, y lo que se ha dicho será realizado (54, 17-24). 

La muerte como consecuencia del pecado y la salvación en 2Baruc

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Para el 2Baruc la muerte o corrupción es fruto del pecado de Adán. En 48, 42-43 leemos: Adán, ¿qué les has hecho a los que han nacido de ti? ¿Qué se le dirá a Eva, que fue la primera en obedecer a la serpiente? Pues toda esta multitud se encamina a la corrupción y es incontable el número de los que el fuego devora. Más adelante se indica, si Adán fue el primero que pecó, trayendo la muerte a todos, no sólo a los de su época sino también a los que habrían de nacer de él, cada uno de ellos ha de prepararse para el tormento futuro y también cada cual ha de elegir para sí la gloria futura (54, 15). También en 2Baruc 56,6 se menciona que al pecar Adán apareció la muerte – que no existía en tu tiempo- se dio nombre al luto, se preparó la tristeza, se creó el dolor, se cumplió la fatiga en el trabajo, el orgullo comenzó a establecerse, el Seol deseó renovarse con la sangre de los hombres.


La salvación implica el revertir la suerte del primer Adán, de la muerte pasar a la resurrección, entendida como la trasformación definitiva del creyente al modo de la gloria que una vez gozo el primer padre. Después de que transcurra ese día establecido, sucederá que se cambiará la forma de los que hayan sido condenados y la gloria de los que hayan sido justificados (51,1)…Lo mismo ocurrirá también con la gloria de los que ahora han sido justificados por medio de mi Ley, los que durante su vida tuvieron inteligencia y plantaron la raíz de la sabiduría en su corazón: entonces se glorificará su esplendor por medio de trasformaciones, y el aspecto de sus rostros se convertirá en hermosa luz, para que puedan tomar y recibir el mundo imperecedero que se les prometió (51,3)…se transforman: unos con el esplendor de los ángeles y ellos en visiones espeluznantes con aspecto de figuras horribles (51,5b)…Habitaran en lo más alto de ese mundo, se asemejarán a los ángeles, serán comparables a las estrellas y se transformarán en cualquier imagen que ellos deseen, de la belleza a la hermosura y de la luz al esplendor de la gloria. Ante ellos se extenderá la amplitud del paraíso y se les mostrará la belleza que tiene la grandeza de los vivientes que están bajo el Trono y todas los ejércitos angélicos que ahora están retenidos por mi palabra para no mostrarse y que, por un mandato mío, se contienen permaneciendo en sus lugares hasta que llegue su advenimiento. Entonces habrá más excelencia en los justos que en los ángeles (51,10-12).

¿Cómo regresar al Jardín del Edén?

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El Jardín del Edén se refleja, como en un espejo, con el mundo venidero del fin de los tiempos. Ambos representan la condición humana ideal. A esta se llega (o se recupera) a través de tres maneras. La primera es a través de la acción redentora del mesías. Varios textos apuntan en este sentido. Es el caso del Testamento de Levi que al hablar del mesías sacerdote dice que él va incluso abrir las puertas del paraíso; él va a sosegar la espada que amenaza a Adán y le va a dar a los santos de comer del árbol de la vida (18,9-11). También el 3Baruc anticipa el arribo del Arcángel Miguel quien va abrir las puertas del cielo. Y es que no es posible entrar a través de ellas [las puertas] hasta que Miguel, el propietario de las llaves del reino, venga (11,2).  Fijémonos también en una interpolación cristiana al Apocalipsis de Elías, donde Jesús se une a los arcángeles Gabriel y Uriel conduciendo a los justos a la tierra santa donde se les dará de comer del árbol de la vida (5,2-6). En el Apocalipsis de Juan aquellos que han soportados las tribulaciones con Jesús  y se han lavado con las aguas del bautismo (22, 14) van a tener acceso al árbol de la vida y entrarán por las puertas de la ciudad santa.

La segunda manera de recuperar el paraíso perdido es a través del martirio. Ejemplos de  fuentes judías que nos hablan al respecto son 2Macabeos 7 o la Vida de Adán y Eva. En este último caso leemos que cuando vosotros salgan del paraíso, si os guardáis de todo mal, prefiriendo la muerte al mal, en el tiempo de la resurrección Yo os resucitaré de nuevo, y entonces se os dará del árbol de la vida y seréis inmortales para siempre (28,4). En el Tratado sobre la Resurrección también se dice algo al respecto: Él se transformó [el Salvador] en un eón imperecedero y se resucitó a sí mismo, habiendo engullido lo visible por lo invisible, y dándonos un camino hacia nuestra inmortalidad. Entonces, como el apóstol dijo, “nosotros sufrimos con él, y seremos resucitados con él, e iremos al cielo con él (1,45).

Por último, la tercera manera es a través de los acontecimientos escatológicos finales. Es el caso del Testamento de Adán o Apocalipsis de Moisés donde leemos que (el óleo de la misericordia) del árbol de la vida no vendrá a ser vuestro ahora, (sino que en el final de los tiempo). Entonces toda carne de Adán desde entonces hasta nuestros días será resucitada, de tal manera que constituirán el pueblo santo, entonces les será dado todo gozo del paraíso y Dios habitará en medio de ellos. Para más detalles: Peter Thacher Lanfer, Remembering Eden, p.108-118.

La caída de Adán en la Cueva de los Tesoros

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La caída de Adan, en la Cueva de los Tesoros, no es sino el arquetipo de la definitiva, esto es cuando los descendientes de Set desciendan de las inmediaciones del paraíso  atraídos por la música, el baile, los adornos, y las mujeres. La discusión de fondo en este período versaba sobre si el pecado de Adán y Eva había sido suficientemente grave en relación a las consecuencias que tuvo. Por ejemplo, Irineo disculpaba a Adán porque este no había tenido experiencia previa de pecado y porque simplemente había sido engañado por la serpiente. Taciano, por otra parte, defendía que el pecado del primer hombre había sido lo suficientemente grave para producir las consecuencias sufridas. La caída de Adán sucede a traves de Eva: De una manera similar Satán entró para seducirla con sus falsas palabras. Maquinando entró a habitar en la serpiente y aguardó el momento en que vio a Eva sola, y dulcemente la llamó por su nombre. Cuando se volvió hacia el reptil, vio su imagen en aquella estratagema que el había preparado al hablarle con persuación. Debido a su débil naturaleza, se creyó toda la artimaña con que le estaba engañando. Al oir de la serpiente lo del árbol y lo concerniente a sus frutos, como él la había seducido y persuadido, al instante echo a correr con presipitación y cortó el fruto del árbol, trasgrediendo el mandamiento sentenciado con la muerte asesina, y comió. Inmediatamente quedó desnuda. Al ver la fealdad de su desnudez, corrió a ocultarse debajo de otro árbol, es decir, entre sus ramas y sus hojas. Y tapó su desnudez con las hojas del árbol. Llamó a Adán, vino junto a ella y le ofreció de aquel fruto que había comido. También el comió y se quedó desnudo. Se fabricaron unos ceñidores con hojas de higuera . Estuvieron vestidos con los ceñidores de la vergüenza durante tres horas. Al declinar el día recibieron la sentencia. Dios les hizo túnicas de piel que quedaron extendidas sobre el cuerpo de los padecimientos. Adán entró a las tres en el Paraíso, se deleitó con los bienes a las tres, estuvieron avergonzados durante tres horas y salieron del Paraíso a las nueve (IV. 12-V.1).

El Reinado de Dios como proceso transformativo en Pablo

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El Reino de Dios es un concepto muy importante en los sinópticos. Los estudiosos están de acuerdo en que éste configuró el tema más importante de la predicación de Jesús. En lo que no hay un consenso generalizado es en el significado del Reino. Y es que para Marcos (seguido por Mateo y Lucas) significa algo distinto a lo que puede significar en Juan y en Pablo. En este último se refiere a la transformación o glorificación de los hijos de Dios, una realidad incorruptible que la carne y la sangre no pueden heredar (1Cor 15,50). Esta realidad que ya comenzó a andar, y cuya plenitud está ad portas, hace que todo lo que emprendamos en la tierra lo relativicemos. El criterio es dejar las cosas como están, no hacer grandes cambios en nuestra vida, porque el final es realmente inminente. No te cases, no hagas grandes negocios, minimiza el contacto con la sociedad: el tiempo ha sido acortado; de modo que de ahora en adelante los que tienen mujer sean como si no la tuvieran (29); y los que lloran, como si no lloraran; y los que se regocijan, como si no se regocijaran; y los que compran, como si no tuvieran nada (30); y los que aprovechan el mundo, como si no lo aprovecharan plenamente; porque la apariencia de este mundo es pasajera (31) (1Cor 7,29-31).

El desarrollo del Reino de Dios para Pablo ocurre de la siguiente manera. En la primera etapa se dirige al grupo de escogidos que el apóstol se ha encargado de reunir y que son comparados con los primeros frutos de la cosecha (siendo Jesús el primero). En ellos se revelará la identidad de los hijos de Dios (Rm 8,19) y aparecerán delante de Jesús en el juicio.  Por tanto, no juzguéis antes de tiempo, sino esperad hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios (1Cor 4, 5). Otro texto que va en la misma dirección es 2Cor 5,10: Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo (2Cor 5, 10).

La segunda etapa en el desarrollo del Reino de Dios sucede en un período prolongado en el tiempo después que se le ha dado a Jesús toda la autoridad y poder hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies. En este período será asistido por la nueva familia de Dios y por los ángeles. ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo es juzgado por vosotros, ¿no sois competentes para juzgar los casos más triviales? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¡Cuánto más asuntos de esta vida!(1Cor 6, 2-3). El último enemigo a vencer será la muerte lo que implicaría la resurrección universal, también de aquellos que ya habían muerto antes de la parusía.

Finalmente, la última etapa en el desarrollo del Reino ocurre  cuando todo haya sido sometido a Él, entonces también el Hijo mismo se sujetará a aquel que sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos (1Cor 15, 28). El autor de la carta a los Efesios describe este estadio de una manera similar: En toda sabiduría y discernimiento nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en Él, con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra (Ef 1, 8-10).

Las dos naturalezas de Cristo como dinámica de salvación en G. Palamas

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Gregorio  Palamas desarrolla su impresionante teología en respuesta del platonismo y el nominalismo de la época que negaba cualquier experiencia inmediata de Dios basada principalmente en su incognicibilidad.  Es en relación a estos extremos que Palamas desarrolla el culmen de la síntesis patrística. En primer lugar la invisibilidad e incognisibilidad de Dios es balanceada a través de la encarnación, los sacramentos y la eclesiología. El modelo cristológico de las dos naturalezas sirve de modelo para la vida del creyente. Dios es inalcanzable, al mismo tiempo que presente (esencia y energías). En su incomparable amor por los hombres, el Hijo de Dios no solamente unió su divina hipóstasis a nuestra naturaleza, vistiéndose con un cuerpo vivo y una alma inteligente “para aparecer en la tierra y vivir entre los hombres” (Baruc 3,38), pero , Oh incomparable y magnífico milagro, se unió también a la hipóstasis humana, uniéndose a cada uno de los fieles en la comunión con sus Cuerpo santo. Porque Él llego a ser un cuerpo con nosotros (Ef 3,6) haciéndonos templo de la totalidad divina, por en el Cuerpo de Cristo “la totalidad de la divinidad habita corporalmente” (Col 3,9). ¿Cómo entonces no podría iluminar a aquellos que son dignos de compartir el esplendor de su cuerpo, brillando sobre sus almas como él lo mostró a través del cuerpo de los apóstoles en el monte Tabor? Porque así como este Cuerpo, la fuente de la luz de la gracia, en algún tiempo todavía no estaba unido a nuestro cuerpo, y brillaba exteriormente sobre aquellos que eran dignos de acercárselo, trasmitiendo luz al alma a través de los ojos de los sentidos. Pero hoy, desde que se ha unido a nosotros y habita entre nosotros, ilumina interiormente al alma (Triada I, 3 &8, p. 193).

Es notable también como el modelos patrístico de las dos naturalezas de Cristo, la humana siguiendo a la divina, está a la base de esta equilibrada teología de Palamas en respuesta al nominalismo y platonismo imperante. Cuando el gozo espiritual viene al cuerpo desde la mente, ésta no sufre disminución alguna por su comunión con el cuerpo, mas lo transfigura, lo espiritualiza. Porque entonces rechazando todos los malos deseos de la carne, el alma ya no lleva más el peso que la hace descender, sino que se eleva y todo el hombre llega a ser Espíritu, como está escrito: “El que ha nacido de Espíritu es espíritu” (Jn 3,6.8) (Triadas II, 2 &9, p. 336-338).


Otro ejemplo maravilloso: Nuestra vida de pasiones debe ser ofrecida a Dios, de manera viva y activa, de tal modo que sea un sacrificio vivo. El apóstol incluso dijo lo mismo respecto al cuerpo: “Yo te exhorto” dijo “por la misericordia de Dios, a ofrecer tu cuerpo como sacrificio vivo, santo y placentero a Dios” (Rm 12,1). ¿Cómo puede nuestro cuerpo vivo ser ofrecido como un sacrificio placentero a Dios? Cuando nuestra mirada es dócil cuando nosotros nos abajamos y compartimos la misericordia de lo alto, cuando nuestros oídos están atentos a la divinas enseñanzas, no sólo para entenderlas, pero, como dijo David, “para recordar los mandamientos de Dios y llevarlos adelante” (Sal 102,18)…cuando nuestra lengua, nuestras manos y nuestros pies, todo sirve para la divina voluntad. ¿ No es acaso esta observancia de estos mandamientos de Dios una actividad común al cuerpo y al alma? ¿Cómo puede entonces ser verdad que toda actividad común al cuerpo y al alma obscurece y enceguece al alma (como decía Barlaam)? (Triadas II, 2 & 20, p. 364-365).

El testamento copto de Job (Apócrifo)

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El Testamento copto de Job es un apócrifo compuesto entre el II a.c. y el II d.c.  A pesar de su carácter fragmentario, este texto, al igual que la versión eslava, cuenta la historia del héroe veterotestamentario de una manera distinta a la bíblica. Fue un texto muy popular entre los monjes de la primitiva iglesia copta. Job aparece como rey de Egipto y la historia se concentra en los últimos días de éste, cuando reúne a sus hijos e hijas para contarles su vida.  Job había sido uno de los reyes más ricos de oriente y había adorado a los ídolos. Luego de una visión de un ángel, aprende que sus ritos son falsos y decide destruir a los ídolos de su templo. El ángel le dice todo lo que le sucederá: perderá sus posiciones, su salud, su descendencia, su estatus. Sin embargo nada de esto afectará la voluntad de hierro de Job quien se ha convertido al Dios verdadero. El héroe reconoce Yo soportaré  hasta mi muerte y nunca me volveré atrás (4)…Entonces Satán vino y destruyó las 7000 ovejas…y los 3000 camellos y los 500 asnos y los 500 bueyes (12)... Más tarde dice:  El señor le dio poder a Satán para que hiciera con mi cuerpo lo que quisiese, pero no le dio poder sobre mi alma. El vino mientras estaba sentado sobre mi trono sufriendo. El vino como un torbellino. Me dio vuelta y arrojó el trono sobre mí (15)…Su señora se queja amargamente de la suerte que les ha caído, y Job la reprende: Por qué no puedes recordar aquellas grandes riquezas en las que tú solías vivir antes? Si hemos recibido los bienes de la fortuna de manos del Señor, ¿por qué no soportaremos los que vienen de la mano del Demonio? Seamos pacientes para que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos muestre su bondad (21). Job se muestra como un ejemplo de penitente y creyente, tan bajo a caído que nadie es capaz de reconocerlo en medio de su pobreza y penitencia. ¿Eres tu Job el de la gran gloria? (27) le preguntan una y otra vez. Sin embargo, la respuesta de Job solo enfatiza su fe: Ahora os diré sobre mi trono. Mi trono se encuentra en las realidades superiores, el lugar de origen de todas las cosas. Su gloria y su belleza se encuentran en medio de los santos del Reino. Vosotros preguntáis sobre el reino de abajo, de esta tierra. Yo os digo que mi trono está en los cielos. Su gloria y belleza están en el reino celestial del Padre (29). Como recompensa recibirá la restauración de todo lo perdido, nueva esposa, nuevos hijos, el doble de sus posesiones pasadas y un estatus aún más elevado. 

Jesús modelo de fe y obediencia en Pablo

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En la Carta a los Hebreos Jesús se presenta, entre varias perspectivas,  como modelo de fe y obediencia. Así por ejemplo, Jesús es el autor y consumador de la fe, quien, por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios (Heb 12,2). Considerar el ejemplo de Jesús es un llamado a no desanimarse ni cansarse (Heb 12, 3).  Ver también Heb 5,7-10. ¿Qué pasa con las cartas paulinas? Allí  donde el tema de Jesús como segundo Adán es tan importante, ¿se le presenta como ejemplo de fe y obediencia para el cristiano? Más que mal, la fe y la obediencia son dos elementos fundamentales donde el primer Adán falló y el segundo obedeció. ¿Es Jesús un ejemplo para los cristianos en las comunidades paulinas, o más bien, se acentúa su carácter salvador? Hablando de la obediencia de Jesús hay textos paulinos que no dejan duda respecto a este tema: Rm 5,12-21 y Filp 2,6-11. Respecto a la “fe de Jesús” (πιστιζ χριστου) hay textos paulinos donde el término “fe” bien podría entenderse como un genitivo subjetivo,  en el sentido de la fidelidad de Jesús en el cumplimiento de su misión.  Dos textos son especialmente pertinentes al respecto. El primero es Gal 3,22-26: Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por fe de Jesucristo (ἐκ πίστεως Ἰησοῦ Χριστοῦ ) fuera dada a todos los que creen (22).Y antes de venir la fe, estábamos encerrados bajo la ley, confinados para la fe que había de ser revelada (23). De manera que la ley ha venido a ser nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por fe (24).Pero ahora que ha venido la fe, ya no estamos bajo ayo, (25) pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús (διὰ τῆς πίστεως ἐν Χριστῷ Ἰησοῦ )(26). ¿Puede este texto afirmar que la venida de Cristo reveló su propia fe y obediencia haciendo que sus discípulos puedan compartirla adhiriendo a ella? Es una lectura  gramaticalmente posible. Algo parecido podemos decir de Rm 3,21-26: Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas (21); es decir, la justicia de Dios por medio de la fe de Jesucristo (πίστεως Ἰησοῦ Χριστοῦ), para todos los que creen; porque no hay distinción (22); por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios (23),siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús (24) a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, a fin de demostrar su justicia, porque en su tolerancia Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente (25), para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús (26). Leer “πίστεως Ἰησοῦ Χριστοῦ” en el versículo 22 como un genitivo subjetivo puede ser muy revelador porque se explicaría  a partir de los versículos 25-26, esto es, a través del sacrificio expiatorio del propio Jesús. El creyente participaría, a través de su propia fe, de la “fe (u obediencia) de Jesús”.  Por lo tanto, la fe del creyente (tema predominante en Pablo) sería despertada a través del ejemplo de la “fe de Jesús” que llego al extremo de la muerte expiatoria.  Así por ejemplo, leamos Gal 2,16: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe de Cristo Jesús (ἐκ πίστεως Χριστοῦ), también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley. Martyn interpreta este texto en el sentido que el creyente ha confiado en Cristo por cuanto la rectificación o correcta relación con Dios se ha alcanzado a través de la “fe de Jesús” y no a través del cumplimiento de la Ley (Martyn, Galatians p. 271). La “fe de Cristo” implicaría su vida completa en obediencia a Dios. Incorporados en Cristo no podemos sino vivir una vida en completa obediencia a Dios. Esto tendría claras implicancias éticas a preguntas como la de Rm 6,1. 15: ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?  La interpretación de algunos textos en este sentido apuntaría a una teología de la participación, los creyentes están invitados a participar de la fe de Jesús. Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2,20). No podemos dejar de notar, por último, una importante objeción teológica al momento de interpretar algunas expresiones referidas a la fe de Jesús como genitivos subjetivos.  Si la fe de Jesús, quien se presenta como el segundo Adán, es un mero ejemplo para el creyente, ¿de qué manera Jesús salva al creyente? ¿No bastaría el mero esfuerzo del discípulo en el emular la fe y obediencia del segundo Adán para salvarse? Para más detalles: James G.D. Dunn, The Theology of Paul the Apostle, William B. Eerdmans Publishing Company, p. 65-74.

Los rabinos y la memoria del templo: dominando los cambios litúrgicos

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La misná se escribe hacia finales del II y principios del III, cuando el movimiento rabínico iba adquiriendo fuerza y liderazgo entre los numerosos grupos que configuraban el judaísmo. Este movimiento también se percibe en la misná donde los rabinos se definen como las autoridades legales, los juristas, los que interpretan los rituales cultuales tradicionales. En esa linea los rabinos se creen los continuadores de los miembros del Sanedrín o Gran Corte, la misma que juzgase a Jesús, otorgándole a ésta última unas potestades jurídicas en el cumplimiento de la Ley y en la praxis cultual del templo que estaban lejos de haber tenido (Avot 1-2; Pe´ah 2,6). Los rabinos, como corte, son los continuadores de la Gran Corte o Sanedrín, término que ocupan para definirse en algunas ocasiones, dotados de la potestad de dar o no muerte a los culpables de ciertos delitos. Pero más aún, además de continuadores de la Gran Corte, los rabinos son los herederos, a través de una serie de cortes, del mismo Moisés (Rosh Hashnah 2,9). Esta autoridad jurídica de los rabinos en los asuntos cultuales, que tan cuidadosamente proyectan al pasado, se manifiesta de diversas maneras. Una de ellas es otorgándole a la Corte una autoridad sobre las sectas, restringiéndolas o conteniéndolas. Por ejemplo, tres veces leemos en la Tosefta que sacerdotes saduceos se las arreglan para celebrar de manera incorrecta (es decir no rabínica) el Día de la Reconciliación (Yoma 1,8); el ritual del vacuno rojo (Parah 3) y el ritual de la aspersión de agua (Sukkah 3,16).  Como resultado, en dos ocasiones el sacerdote mal habido muere en cuestión de días, y en la tercera, toda la nación se arrojó contra él y dañaron el altar.


Otra manera que tiene la misná de otorgarle poder a los rabinos es otorgándoles la potestad de producir cambios en la liturgia anual cuando la situación lo requiere. Por ejemplo, leemos sobre el Día del Perdón: Antiguamente todo aquel que deseaba retirar las cenizas del altar podía hacerlo. Cuando eran muchos, corrían, subían la rampa (del altar) y todo el que adelantaba a su compañero cuatro codos, adquiría el derecho (de retirar las cenizas). Si llegaban dos al mismo tiempo, el inspector decía: Alzad el dedo [para hacer el recuento]. ¿Cuántos alzaban? Uno o dos, pero en el Templo no se alzaba jamás el pulgar (2,1). Se cuenta que una vez quedaron dos iguales al correr y subir la rampa, y uno de ellos empujó al compañero, que cayó y se rompió una pierna. Cuando el tribunal se apercibió del peligro a que estaban expuestos, dispuso que la limpieza del altar [de las cenizas] se hiciera por suertes. Se echaban allí a cuatro (servicios) a suertes y ésta era la primera parte (2,2).  Otro ejemplo similar en la misná lo encontramos en la Sukkah 4,4 sobre la Fiesta de los Tabernáculos: El precepto de la palma, ¿cómo (se cumple)? Si el primer día de la fiesta caía en sábado, llevaban sus palmas al monte del Templo; los servidores (del Templo) las recogían y las colocaban ordenadas en el pórtico. Los ancianos, en cambio, las colocaban en una cámara. Se les enseñaba a decir: “Quien quiera que coja mi palma en sus manos, quede para él como regalo”. Por la mañana venían temprano y los servidores (del templo) se las arrojaban delante de sus pies. Entonces trataba cada cual de arrebatarla y se golpeaban mutuamente. Cuando el tribunal  apercibió el peligro a que se exponían dispuso que cada cual cogiese (la palma) en su propia casa. Para más detalles: Naftali S. Cohn, The Memory of the Temple and the Making of the Rabbis, p. 41-55.
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