En este blog la cristología adámica ha concentrado muchas entradas, y es que, como hemos visto, el cristiano está llamado a reflejar la gloria divina creyendo en el segundo Adán, Cristo, exaltado a la derecha del Padre (aquí y aquí). Como hemos visto en una entrada anterior, en siglos posteriores se tendrá cuidado de distinguir al primer Adán de Jesús. Este último es ontológicamente superior. Por una parte, se trata de responder a ciertas historias rabínicas que dotaban a Adán de una naturaleza pre-existente y gloriosa. ¡Cuidado, dirán, sólo Jesús es pre-existente! Por otra, se trata de enfatizar que Jesús no se limita sólo a realizar lo que el primer Adán no pudo llevar a cabo. Ahora bien, lo interesante es que algo de esta problemática está presente en Pablo… El apóstol de los gentiles enfatiza que el primer Adán fue hecho de polvo (1Cor 15,47), pero al mismo tiempo reflejaba la gloria divina. El segundo Adán, en cambio, vino del cielo (1Cor 15, 47), lo que significa su superioridad y pre-existencia. Esta pre-existencia está especialmente desarrollada en Pablo a través de la cristología sapiencial. Esto significa que se predica de Jesús lo que en al A.T. se había dicho de la Sabiduría de Dios. Por ejemplo: para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas y nosotros somos para Él; y un Señor, Jesucristo, a través de quien (δι᾽ οὗ )son todas las cosas y a través del cual (δι᾽ αὐτοῦ ) existimos nosotros(1Cor 8, 6). Otro ejemplo es tomado de Colosenses: Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación (15).Porque en Él (ἐν αὐτῷ) fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él (δι᾽ αὐτοῦ καὶ εἰς αὐτὸν) (16). Y Él es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen (Col 1, 15-17). Ahora bien, además de la cristología sapiencial existe otra forma de referirse al Jesús pre-existente. En el judaísmo del tiempo de Jesús era común distinguir entre el Dios Altísimo y un aspecto hispostaciado del mismo que media entre éste y los hombres. Así, por ejemplo, Cristo estuvo presente en la historia de la salvación del pueblo de Israel, específicamente en el desierto cuando todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo (1Cor 10, 4). Lo que está detrás es Dt 32, 4.18 donde se habla de Dios como una roca que conduce al pueblo en su éxodo.
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