Ya en el siglo I el convertirse en judío también era una cuestión de asumir otras costumbres. Era análogo a llegar a ser heleno como Isocrates explica: Nuestra ciudad [Atenas] ha sobrepasado tanto a otros hombres en pensamiento y oratoria que sus estudiantes han llegado a ser maestros de otros, y ella ha hecho el nombre de los griegos más que una raza o etnia, sino un pensamiento, de tal forma que todos aquellos que comparten nuestra educación, más que aquellos que comparten nuestra naturaleza común, pueden ser llamados helenos (Panegyricus 50). De igual forma que un bárbaro podía llegar a convertirse en un heleno hablando griego y adoptando una manera de vivir griega, un gentil podía considerarse en algún sentido judío a través de la adoración del Dios de Israel y adoptando una manera de vivir judía. Algo parecido está detrás de la afirmación de Josefo al final del siglo I de que la constitución establecida por Moisés no sólo fue el génesis de una nación, sino el nacimiento de una manera de vida (CAp 2, 210). En el siglo I uno podía ser macedonio y heleno, sirio y heleno, capadocio y heleno. Del mismo modo la conversión al judaísmo emergió como un adoptar ciertas costumbres y creencias. De hecho Josefo admite que costumbres judía se encontraban muy extendidas entre la población gentil de ciertas ciudades griegas. Es el caso del descanso sabático o el abstenerse de comer cerdo (CAp I, 162-167). Lo mismo confiesa Seneca (M. Stern, Autores n. 186). A los ojos externos el practicar esas costumbres ponía al gentil en la frontera del ser judío o gentil. Más aún, el ser judío, aunque en su sentido más estricto conservó como condición sinequanon la circuncisión y siempre fue en primer lugar un asunto étnico, fue adoptando cualidades más y más universales. De allí que Pablo le diga a los gentiles que el ser judío verdaderamente es una cualidad interior (Rm 2, 28-29). Filón dice que el prosélito es quien ha circuncidado sus deseos y placeres sensuales. En la novela José y Aseneth la joven, módelo de prosélito, ha destruido sus ídolos, ha renunciado al politeísmo y ha reconocido al Dios verdadero para servirle como sierva (9,2; 10,13-14). Ahora bien, como hemos dicho en otra entrada, estas condiciones no significan que la persona sea parte de la comunidad judía en estricto rigor. La circuncisión siguió siendo el factor decisivo. Para ser más precisos no bastaba el practicar las leyes judías o adherir al Dios de los judíos, también era necesario incorporarse a la comunidad judía, esto es, a través de la circuncisión. En ese sentido, para Josefo, por ejemplo, el adoptar las costumbres judías es lo mismo que ser circuncidado (Vita 113 y 149). Para San Pablo el ser circuncidado también significaba incorporarse a la comunidad judía. En sus cartas esta es una idea que subyace todos sus argumentos en relación a los gentiles que aceptan a Jesús como Mesías. Para más detalles: The Beginnings of Jewishness: Boundaries, Varieties, Uncertainties p. 1491-1959.
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